¿Tú también, Melchor?

Melchor, algo confuso. SEBAS SENANDE
photo_camera Melchor, algo confuso. SEBAS SENANDE

¿Tú también, Bruto?, recuerdan por Roma que acertó a decir Julio César justo antes de rodar por las escaleras del Senado, cosido a puñaladas traperas. Era la expresión de su desconcierto ante la traición de su amado Bruto, más dolorosa que los propios navajazos, que un césar de los de entonces ya podía dar por descontados según alcanzaba la cúspide, mayormente porque él mismo había llegado a la cima aupado sobre un buen montón de cadáveres, que era la vía más directa hacia el poder.

Ahora que todos rodamos escaleras abajo, nos sucede más o menos lo mismo, que no salimos de nuestro desconcierto mientras rebotamos de escalón en escalón. Porque quien más y quien menos ya daba por descontado que cualquier día se iba a levantar con una tijera entre los omóplatos, avisados íbamos, pero no esperábamos semejante desaire de alguien a quien habíamos criado con tanto cariño, al que habíamos acunado al calor de nuestros votos y al que habíamos visto crecer hasta la mayoría absoluta.

¿Tú también, Mariano?, nos preguntamos, aún más desconcertados que el propio Julio César, porque al menos Bruto tuvo la gallardía de dejarse ver a la hora de hundirle el puñal hasta el mango a su protector. Mariano no; él tiene sus tiempos, según justifican sus acólitos, que no son los nuestros y a lo mejor ni son de este mundo, como el reino, que nos habían convencido de que era de los súbditos por gracia del Rey, pero sin aclararnos que unos somos más súbditos que otros.

Como será el desconcierto que parece que el principal problema del país no es la guerra brutal contra el estado del Bienestar ni la subida de impuestos ni el paro nuestro de cada día, sino saber dónde coño se ha metido este hombre y en qué estará pensando.

Así que andamos todos como perdidos, sin rumbo, sin norte. Cuentan que hasta los periodistas que cubren la información de La Moncloa han cambiado sus micrófonos y sus cámaras por una tabla ouija; por la noche, saltan la verja de la casona y, escondidos por grupos en los jardines, tratan de acceder al líder de los tiempos propios: «¿Estás ahí, Mariano? Si estás, manifiéstate», susurran con los dedos sobre el vaso, temerosos de alertar a Soraya Sáenz de Santamaría, presidenta in péctore, y que ésta les mande a De Guindos a recortarles hasta las patillas. He oído que en Rtve están pensando en contratar para presentar el informativo a Iker Jiménez, por ver si saca algo en limpio.

Todo confusión, ya digo. La niebla es tan espesa que no razonamos ni a dos palmos. Ahí está, sin ir más lejos, lo de la pasada cabalgata de Reyes en Lugo. Si eso no es confundir el culo con las témporas, que venga Rajoy y lo vea.

Como Julio César con Bruto o como los votantes con el PP, los padres estamos dispuestos a soportar por nuestros hijos cosas que ni siquiera hubiéramos imaginado. Por ejemplo, plantarnos durante tres horas en la calle en el Lugo invernal para darnos codazos con otros padres para coger un puñado de caramelos sin gluten y sin ganas mientras esperamos ver pasar un caótico desfile de figurantes. Y todo porque nuestros pequeños vean en carne y barba mortal a los tres Magos unos segunditos -y para que lleguen cansados a casa y se vayan antes a dormir, contémoslo todo-.

Entonces, justo cuando estás a punto de dejar de sentir los pies, ves pasar incrustados en la caravana a unos tipos con una camilla de hospital y a otros con un tren. «Bueno, vale», te dices, «de perdidos, al río. Total, entre tanta gente no dan mucho la nota».

Pero lo que ya no se explica si no es desde la confusión más absoluta es que tengas que aguantar la arenga fuera de lugar del rey mago de turno, un discurso panfletario y pretendidamente gracioso sobre expedientes de regulación de empleo, bipartitos, competencias entre administraciones o entradas a la ciudad en mal estado. El resultado no puede ser otro que un montón de niños insoportablemente aburridos y una pregunta generalizada entre los padres: «¿Tú también, Melchor?».

Si los Reyes Magos se empeñan en confundir la cabalgata con una caravana electoral, no sería de extrañar que el próximo año fueran recibidos con pancartas contra el burka o contra la tortura en cualquiera de esos países de Oriente de los que dicen proceder.

A ver si de una vez por todas Mariano se nos materializa y nos saca del desconcierto, porque a este paso no nos vamos a poder creer ni lo que es mentira.

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