Varias notas sacadas desde lo más profundo de una gaita invitaron a acudir al público, que fue tomando asiento literalmente -portaron sillas colina abajo para conseguir el mejor sitio-, a la emblemática romería de Penas de Rodas, en Outeiro de Rei.
Al grito de «Benvidos á romaxe de Penas de Rodas!», espectadores de todas las edades se reunieron bajo un árbol en el que descansaba un gran altavoz, como si de un nido de águila se tratara.
Con voz temblorosa, Mari Luz Casanova, encargada de presentar el evento, intentó frenar sus lágrimas. La tentativa resultó fallida al presentar a un pregonero de excepción, José Manuel Darriba, quien prefirió variar la fórmula de bienvenida y denominarse como «un pregoeiro da casa» debido a su nacimiento e involucración con el asentamiento geológico.