Toros y cierre por vacaciones

La Foto de Julio Aparicio con el asta del toro que le salía por la boca, después de haberle entrado por el cuello, fue ocasión aquí para opinar con algo más que dudas sobre la defensa de las corridas de toros. Algunos periódicos de Madrid no dudaron en llevar, con detalle de primer plano, aquella desagradable y dramática imagen a la primera plana. Por el respeto a la persona antes que por el respeto al animal, que también, la permanencia del espectáculo taurino no parece muy acorde con las sensibilidades actuales y con una visión fría desde la razón, que no los sentimientos. La polémica organizada con la votación del Parlamento de Cataluña que prohíbe las corridas de toros, después de Canarias, ha tomado tal cariz político que podría dar la impresión de que este país vive en la más idílica de las situaciones económicas y sociales. Por si las tensiones territoriales y de los nacionalismos de uno y otro signo no fuesen suficientes, algunos recuperan en la caja de los cromos una identificación de España con todos los tópicos de charanga y pandereta. Puede entenderse tal explosión de sentimientos en los aficionados. Pero si los políticos beben en esa retórica e incluso la alimentan, es una razón más para preocuparse por la clase dirigente. La fiesta de los toros en España puede ser algo tan simbólico y enraizado como la caza del zorro en Inglaterra o Gales. Así se pueden entender las polémicas. Admitamos que es opinable la defensa o la prohibición de las corridas de toros en España; de ahí a declararlas bien de interés cultural debería haber un tiempo para pensarlo sosegadamente y no mezclar la política y el partidismo con el sol, la arena y la sangre. Del mundial hemos pasado, sin apenas detenernos en la salud de los bancos, a la polémica de la prohibición de los toros en Cataluña. Con este espectáculo y con todos los políticos opinando sobre toros, el país cierra por vacaciones, aunque hay convocada huelga general para el regreso.

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