Todo el pueblo salió a la calle

Don Felipe saluda a la alcaldesa tras descubrir la talla. JOSÉ Mª ÁLVEZ
photo_camera Don Felipe saluda a la alcaldesa tras descubrir la talla. JOSÉ Mª ÁLVEZ

«Vengo a ver a Leonor y a Sofia», acertaba a balbucear el pequeño Erik, de dos años, que ayer esperaba en primera fila en brazos de su madre a ver pasar a los Príncipes de Asturias, una vista que nadie en San Tirso quiso perderse. Desde primeras horas de la mañana, los vecinos empezaron a llegar para colocarse detrás de las vallas, cumpliendo el estricto protocolo, que solo Sus Altezas Reales pudieron saltarse, y lo hicieron a cada paso, saludando y repartiendo apretones de mano, incluso doña Letizia cogió en brazos a un bebé.

«Está muy delgada» fue el comentario más repetido entre los vecinos, resaltando la figura de Doña Letizia, que eligió un atuendo informal, con blusa de color beige, chaqueta de espigas en tonos ocre, combinado con pantalón marrón y botines bajos del mismo color.

Los Príncipes estuvieron muy cercanos, en un pueblo pequeño en el que todo el mundo se conoce, que ayer recibió con la misma hospitalidad a los cientos de visitantes que poblaron las calles de El Llano, apenas salpicadas por media docena de comercios, entre ellos una panadería, que ayer duplicó su actividad, pues a las ventas diarias y los encargos se sumaron los 150 panes de medio kilo que Justo Fernández Rodríguez elaboró para la comida real.

Alfombra

Una alfombra floral, que un grupo de mujeres ayudó a confeccionar durante la fria noche, marcó el inicio de la vista en que, bajo fuertes medidas de seguridad y un séquito de periodistas, reporteros gráficos y cámaras de televisión, los Príncipes recorrieron el Centro de Interpretación de Pesca del Eo, ubicado en una antigua escuela de indianos, descubrieron un monolito de madera, elaborado por José María García Bouza, tallista como su padre Eugenio y su hijo Xoel, a los que los vecinos aplaudieron a rabiar.

La firma en el libro de honor del Ayuntamiento dio paso a un recorrido, con baño de multitudes, hasta el patio del colegio público, donde un grupo de vecinos, la mayoría de edad, mostraron a los Príncipes varios de los oficios ancestrales cuya recuperación pesó en la decisión del jurado a la hora de concederles el premio. Allí estaba un emocionado Antonio Fernández Bidueiro, que recordó su trabajo de carpintero, tan importante en una comarca con un gran potencial maderero Junto a él, Pedro Amago, de siete años, que además de participar en la exhibición estaba también contento porque su dibujo fue uno de los escogidos para el regalo que los escolares hicieron para las infantas Leonor y Sofía.

Lavanderas, cesteros, escanciadores de sidra, malladores o pasteleros fueron otros de los trabajos escogidos, junto a las hilanderas, un grupo muy numeroso que mostró en directo un oficio en el que antaño se empleaban muchas mujeres y del que salen los famosos escarpines, los calcetines de lana de oveja, que no faltaron en la cesta de obsequios entregada a los Príncipes.

También les fue entregada una réplica del ‘salmón de oro’, símbolo de la importancia de la pesca en el concejo, que cuenta con quince cotos, y que tiene en el salmón y la trucha un atractivo natural, que lo ha convertido desde hace años en un reclamo para visitantes de todas las edades. De hecho, el paseo fluvial y el del antiguo tren conforman dos de las rutas que colocan a San Tirso, junto con las casas rurales, en un potencial turístico, que esperan que se vea incrementado con el premio.

La hospitalidad de un pueblo pequeño, «en el que aún seguimos dejando las casas abiertas» es otro de sus alicientes, como ayer destacaban los vecinos, que se emocionaron con el himno asturiano, que interpretó un grupo folclórico de Vegadeo, que se encargó de la parte musical, junto al grupo de gaitas local Brisas del Eo, que tocó en la comida con gaiteiros mayores del municipio.

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