Toca a rebato en el Concello

NO TIENE LA TORRE del reloj de la casa consistorial campanas tan contundentes como las de las iglesias cercanas, pero cada vez que se acercan las elecciones parece como si tocaran a rebato para los grupos políticos de la corporación. Aún quedan meses para ese cuarto domingo de mayo en el que, cada cuatro años, elegimos ocupante del despacho de la alcaldía por voto delegado en los concejales, pero desde los bancos del gobierno y la oposición ya se comienzan a escuchar propuestas con aire electoral y que seguramente caerán en el olvido una vez se vacíen las urnas para recontar los votos.

Solo así se entiende que después de tres años de gobierno local y provincial, de repente salgan a la luz sendas propuestas para elaborar presupuestos participativos, una vieja reivindicación del movimiento vecinal que sí se ha llegado a regular en otras ciudades, pero no así a Lugo.

La Diputación inició hace meses una llamativa campaña de difusión y reuniones en los distintos concellos que culminó con la aprobación en el pleno provincial de los primeros presupuestos participativos de una institución provincial, según defendió su presidente, aunque el PP calificó el proceso de mera «propaganda».

Y vista la repercusión de la propuesta, el gobierno socialista del Concello no tardó ni una semana en presentar una iniciativa similar, aunque quizá elaborada más a la carrera, que consiste en apartar 500.000 euros de los presupuestos para que los ciudadanos presenten ideas y luego se decida en una especie de votación-subasta los proyectos en los que escopetear los cuartos.

La idea suena bien, pero en un municipio con cerca de 100.000 habitantes y tantas necesidades, da la impresión de que mejor sería reembolsarle este año los cinco euros que les tocan a cada lucense y darse un poco más de tiempo para en los presupuestos de 2016, ya con un nuevo gobierno al frente del Concello, se apueste por planificar el gasto teniendo en cuenta las necesidades urgentes y, luego, se forme un consejo ciudadano integrado por representantes de asociaciones de todo tipo para que proponga y valide las inversiones de futuro, más allá de las cuatro paladas de gravilla y asfalto en pistas y calles. Y de esta forma cada vez que alguien protestase por la construcción de un centro cultural aquí y no allá, la respuesta del gobierno de turno sería fácil: fue una decisión consensuada.

Pero la de los presupuestos participativos no es la única propuesta en clave electoral que sale de los grupos municipales, ya que el cabeza de lista del BNG, Rubén Arroxo, debutó ante los medios de comunicación ofreciendo cambios en la política fiscal del Concello que no pudieron lograr sus compañeros de partido ni siquiera durante el tiempo en el que integraron el gobierno. Arroxo cree, como no podía ser de otra forma, en la solidaridad tributaria y por eso plantea que «pague máis o que máis ten», de tal forma que impuestos como el Ibi sean concebidos de distinta forma a la actual, para que aquellos propietarios con más ladrillo coticen porcentualmente más por sus propiedades que por la llamada vivienda familiar. La iniciativa, que tiene toda la lógica del mundo, no ha cristalizado por ahora ni siquiera en ese Concello de Pontevedra que el nacionalista lucense ve como modelo en el que tiene que mirarse Lugo y, por tanto, rezuma también aroma de urna alcanforada.

Mientras, en el PP municipal las propuestas parecen estar todavía en el horno, a la espera de que Alberto Núñez Feijóo se decida a poner fecha a la nominación de candidatos a las grandes ciudades, una espera que no agobia pero sí parece incomodar a alcaldables in pectore como Jaime Castiñeira. Aun así, el portavoz popular ya da pinceladas sobre lo que sería su modelo de gestión en caso de llegar a gobernar y ayer ofreció una idea de lo que debería ser una ciudad con más peatones y menos coches, donde la pieza fundamental sería la reforma del transporte público.

El problema es que el concurso del bus urbano, ahora en fase de información de las ofertas por parte de los servicios municipales, seguramente estará ya adjudicado cuando se forme el nuevo gobierno y, en caso de cambio de alcalde, puede que ya sea tarde para introducir mejoras. Y qué mejor justificación que esta para no aplicar llegado el momento las promesas electorales.

(Publicado en la edición impresa el 6 de diciembre de 2014)

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