"Hay quien no tiene ni para unas gafas"

Ángeles Torrens Villapunt y Manuel Cordero, megáfono en mano. XESÚS PONTE
photo_camera Ángeles Torrens Villapunt y Manuel Cordero, megáfono en mano. XESÚS PONTE

Ángeles Torrens Villapunt se jubiló a los 61 años después de marcharse voluntariamente de Arjeriz —donde trabajó como administrativa—, estar siete años en el paro agotando todas las prestaciones y trabajar, finalmente, cuatro meses en la Xunta. Tras un paréntesis de medio año, al finalizar este último contrato, Ángeles pudo ya pedir la jubilación. Le interesaba hacerlo lo antes posible. En caso contrario, perdería dinero.

"Me convenía jubilarme lo más rápido posible porque los últimos años de cotización de mi vida laboral gané menos que en los anteriores y cada vez me bajaría más la pensión. Al final, me quedó una pensión simbólica. Pero, por encima de esto, la subida anual del 0,25 por ciento es ridícula porque no alcanza lo que sube el IPC. Por lo tanto, cuantos más años pasan, en peor situación económica estás. Tengo suerte porque vivo en familia y no tengo que ayudar a mi hija, que se defiende sola. Si no, sería imposible", cuenta.

Esta jubilada se enteró de las concentraciones por el boca a boca. No se lo pensó. Se apuntó ya a la primera y desde entonces está ahí. "Tengo clarísimo que vamos a lograr algo. Hay gente muy ahogada con la pensión, que no tiene dinero ni para comprar unas gafas y que tiene que elegir entre pagarse las medicinas o comer. Pero, al final, da igual lo que cobres. De año en año, te empobreces", apunta.

Mientras tanto, Ángeles echa cuentas, de nuevo, y piensa: "¿Qué será de nosotros si, con el tiempo, necesitamos irnos a una residencia? Con estas pensiones, no podríamos".

"Si tienes una avería, ya no llega la pensión"

Contactó con el colectivo que comenzó a movilizar a los jubilados, la Asociación de Jubilados Españoles, a través de Facebook. Manuel Álvarez Cordero —que lleva ya cinco años jubilado por una incapacidad laboral— vio que aquella era "una causa justa" y se sumó al carro.

"Siempre me gustó reclamar lo mío y no lo dudé. Nos están pitorreando. Desde 2014, perdimos un 14 por ciento de pensión con estas subidas anuales tan ridíulas y por debajo del coste de la vida. Es decir, si cobras 800 euros, perdiste 100. Esto lleva a que haya gente que tiene que apagar la calefacción para no gastar de más. En caso contrario, no le llegaría el dinero", comenta.

La pensión de Manuel Álvarez no es de las más bajas pero, aun así, si no fuese por la aportación de su pareja a los gastos cotidianos andaría muy justo para llegar a fin de mes.

"Tengo hipoteca, los gastos derivados de la casa y los seguros y la pensión andaría muy justa para todo eso, no llegaría para el mes. Si hay algún gasto extra como una avería, ya no alcanza, y cuando cobras la paga extra, ya está invertida. Así que ¿de qué te vale que te suban 1 ó 2 euros al mes?", afirma.

Manuel sabe, sin embargo, que hay situaciones mucho peores que la suya y pone un ejemplo. "Hay gente que cobra una pensión no contributiva, de unos 400 euros, que luego le complementan con otra, de 200, y así llegan a los 600. Pues bien, si esta gente recibe una herencia, el Estado le retira el complemento de 200 euros mensuales de la pensión por cuatro años y se quedan a dos velas", afirma.

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