Tensiones en la calma

La reflexión exige cierto sosiego y cierta calma ambiental. Quizás sea ya tiempo de poner fin a la concepción y regulación de la llamada jornada de previa, previa al día de elecciones. La dinámica de los hechos acaban generando problemas. La jornada de reflexión de las generales que siguió al 11-M fue problemática y estuvo cargada de tensión. Las concentraciones que ayer permanecieron en las plazas de las ciudades españolas, a pesar de la prohibición de la Junta Electoral Central, son otra prueba más de que la realidad no se coresponde ya con aquella España de la transición, en la que se impuso esta prohibición de campaña  en el día previo y en la jornada electoral. Enric Juliana escribía ayer que la jornada de reflexión es un invento de la transición. Habría que añadir que algunos parecen entenderla como un tótem democrático, que no es. Fue una respuesta en la transición a los temores de alteraciones de orden público. A estas alturas del tiempo somos un país bastante más maduro cívicamente que aquellas en las lejanas épocas en que se sospechaba de fraude. Otros países con más larga tradición democrática que España practican la normalidad de la expresión política en vísperas electorales e incluso en la propia jornada.

MALES MAYORES

Los concentrados continuaron y continúan en la calle. El razonamiento del ministro del Interior para justificar la no intervención de la policía es de una obviedad tal que sólo desde el más puro de los autoritarismos de ordeno y mando se podría asumir los graves riesgos del desalojo de la Puerta del Sol. El daño a la imagen internacional de España estaba asegurado. Y el conflicto social y político interno también. La no intervención policial no es un fracaso ni una desobediencia. Conviene ir asumiendo una cierta cultura de contrapoder, de la que España está muy falta.

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