Tarde, mal y a rastras

PARECE UNA tomadura de pelo. Una broma pesada que no hace ni puñetera gracia. No tiene ningún sentido que a estas alturas de la película todavía nos cuenten milongas sobre la hipotética llegada del tren de alta velocidad a Lugo. Hace más de 30 años que se inauguró la primera línea con esas prestaciones en Francia y más de dos décadas desde que se puso en marcha un servicio parecido en nuestro país. Aquí, como siempre, todo llega tarde, mal y a rastras. Nunca somos los primeros y a menudo nos contentamos con ser los últimos, o casi. Damos las gracias y aplaudimos con las orejas. Acabamos de enterarnos de que hace muchos meses que Fomento suspendió el contrato para redactar el proyecto de la estación intermodal. Primera noticia. Ni siquiera se lo comunicó a las instituciones lucenses. Si lo sabían la Xunta o los representantes del PP en esta provincia, nada dijeron hasta ahora. Ni pío.

A este paso, disfrutaremos antes de un servicio de teletransporte que de una conexión ferroviaria en condiciones. La llegada de la alta velocidad a esta provincia parece casi una leyenda. Un cuento de ciencia ficción que pasará de padres a hijos. Un elemento de la tradición oral que, desgraciadamente, sigue manteniéndose con el paso del tiempo en el ámbito de lo verbal. Hace más de una década, allá por el verano del año 2002, unos cuantos amigos nos colgamos la mochila al hombro y, con el título universitario recién salido del horno, nos subimos al tren para viajar por Europa de una forma económica. Ya entonces se hablaba del Ave. Con un poco de dinero que ahorramos a cuenta del primer trabajo, compramos un billete de InterRail en la estación de Lugo y embarcamos rumbo a los Países Bajos. Sin prisas, por fortuna. El trayecto hasta Irún duró unas dieciséis horas.

El tiempo ha ido borrando de la memoria algunos detalles de aquel viaje. Queda en el recuerdo, sin embargo, el traqueteo sobre las vías y la lentitud con la que desplazaba el convoy por algunos tramos de la vía. A menudo bromeábamos con la posibilidad de apearnos para hacer aguas menores y volvernos a subir al tren a la carrera. Quizás nos hubiese dado tiempo, pero nadie se atrevió a probar. También el ambiente trasnochado de la cafetería, en la que aún se podía fumar, o el aire vetusto de los vagones. Una placa en la que figuraba la fecha de construcción de uno de los furgones informaba a los viajeros de que había salido de fábrica en 1978, justo el año en que nací. Veinticuatro primaveras de uso sobre sus ruedas. Casi nada.

Al cruzar la frontera francesa, en la estación de Hendaya, descubrimos otro mundo, muy diferente, en el ámbito ferroviario. Tomó el relevo de nuestro convoy una moderna máquina de la línea TGV, un cacharro de alta velocidad que subió hasta París como un tiro. Nos enteramos de que nuestros vecinos del norte habían inaugurado el primer trazado de sus nuevos trenes rápidos a principios de la década de los 80. En la capital gala hicimos trasbordo y nos subimos a un Thalys, igual de veloz, pero todavía más moderno y coqueto. Nos llevó hasta Bruselas en un suspiro. En Bélgica, para llegar a Ámsterdam o movernos de una ciudad a otra del país, usamos conexiones de media distancia. Funcionaban con una puntualidad que casi nos pareció insultante. Envidia cochina. Todavía sentíamos el regusto añejo de nuestra odisea por las vías patrias.

El primer trazado de alta velocidad que se puso en funcionamiento en España fue la conexión entre Madrid y Sevilla. Desde entonces han pasado más de veinte años y distintos gobiernos. En este momento, después del último y más sonoro paso atrás, sobran declaraciones extemporáneas, reproches cruzados y demagogia de mercadillo. A estas alturas, tampoco sirve de consuelo el supuesto compromiso que según los populares ha adquirido la ministra Pastor con esta infraestructura. Ni siquiera tenemos una conexión decente con el resto de las ciudades gallegas. El Ave sigue sin fecha. Puede que al final llegue, pero será como siempre. Tarde, mal y a rastras.

Un soplo de aire para Orozco

El sobreseimiento de la causa que investigó si hubo delito en la concesión de pluses de productividad por la tramitación del PXOM es un soplo de aire para Orozco. Con el fiscal pidiendo el archivo de diligencias, el asunto no daba más de sí. La confirmación oficial permite respirar al alcalde, bastante zarandeado últimamente desde él ámbito judicial. De momento, lleva dos de dos. También fueron archivadas las diligencias contra él en el caso Campeón. Pero sigue viva la operación Pokemon, que ya le provocó más de un dolor de cabeza.

Comentarios