Sonrisas solidarias con destino Nepal

Las cifras de víctimas y los destrozos del terremoto que azotó Nepal obligaron a las ONG a implicarse en un proyecto humanitario al que también se ha sumado la enfermera pontesa Alba Adega
Alba Adega, enfermera pontesa
photo_camera Alba Adega, enfermera pontesa

El 25 de abril será recordado por todos como un día negro en la historia del pueblo nepalí. Un seísmo de 7,8 grados en la escala Richter azotó el país asiático, dejando a su paso un reguero de víctimas cuyas cifras son a día de hoy incalculables. Los daños en los edificios, las casas, y todas las infraestructuras fueron devastadores, y hoy, medio año después, la situación, pese a los esfuerzos, continúa siendo dramática.

Para recuperarse, Nepal contó desde el minuto cero con ayuda de organismos internacionales, pero también con el apoyo desinteresado de decenas, cientos de personas de medio mundo. Gente altruista y con una sensibilidad especial, como la de Alba Adega Pico, que se embarcó en la aventura de volar a Kathmandú para aportar su granito de arena.

La joven enfermera pontesa acaba de aterrizar de nuevo en Galicia, después de vivir una experiencia que difícilmente podrá olvidar. Ella fue bajo el amparo de la fundación Samu, que se implicó desde el principio con este proyecto humanitario.

"Después del terremoto en abril, se desplazó al país un primer contingente para cubrir necesidades básicas después del desastre", cuenta la pontesa, mientras explica que la fundación "decidió volver pasados cinco meses y contaron conmigo para poder continuar con la cobertura sanitaria".

Alba viajó a Nepal junto a otra joven médico de Sevilla y dos arquitectos ingleses de una ONG llamada Brigde2. "Allí se trabaja en la reconstrucción de un orfanato a las afueras de Kathmandú. La infraestructura se vino abajo tras el primer terremoto y ahora el trabajo se centra en recuperarla y sobre todo mejorar la calidad de vida de los niños", relata la joven pontesa, que tuvo que realizar todo tipo de actividades durante su estancia en Nepal.

Fundamentalmente se encargó de tareas básicas de enfermería comunitaria y de atención primaria en su "consulta de campaña". "Realicé muchas curas, fruto de las pocas medidas higiénicas que hacen que proliferen infecciones. Traté alguna patología respiratoria y dermatológica, que son los problemas más comunes a los que se enfrentan los niños de esta zona", cuenta Alba.

Pero esto no fue todo. Al estar ligada al equipo de arquitectos de Brigde2, cuando la pontesa y su compañera sevillana acababan con sus tareas sanitarias se enfundaban el mono de trabajo para echar una mano en todo lo que hiciese falta. "Pintamos, lijamos, limpiamos... Todo tipo de chapuzas para sacar adelante el orfanato", cuenta Alba, que se siente muy satisfecha a nivel personal de poder haber vivido esta experiencia tan enriquecedora.

Ella es más consciente que nadie de la situación en la que todavía se encuentra este país después del terrible terremoto de abril. "En Kathmandú se ven casas derruidas, muchas apuntaladas, pero también se ven algunas en construcción", comenta la pontesa, que precisa que, aunque todavía en algunas zonas se ven escombros, "el país está reiniciando la vida".

Después de medio año, el turismo está empezando a recuperarse. "Es una de sus principales fuentes de ingresos y se vio muy afectado porque la gente tenía miedo a un nuevo terremoto", asegura Alba, que insiste en que poco a poco Nepal y sus gentes están "volviendo a la normalidad".

Pero aún queda mucho por hacer, y más en el ámbito sanitario en el que ella es especialista. "La infraestructura es esencial. La prioridad es que dispongan de buenas condiciones higiénico sanitarias", dice Alba, enumerando algunas de esas necesidades básicas: "Deberían tener buenas duchas, grifos con lavabos donde puedan lavarse los dientes, agua caliente, cocina donde haya unas mínimas condiciones de aseo para manipular alimentos...".

Una vez conseguido esto, el siguiente paso sería implicar a la gente en la educación sanitaria. "Hay que transmitirles cómo utilizar los recursos para mantener unas normas de higiene básicas y no desarrollar problemas que repercutan en su salud", incide la enfermera, mientras relata que durante su estancia dio algunas clases a los niños de "cómo lavarse las manos o los dientes".

Después de esta experiencia "única", Alba repasa todo lo que ha aprendido y lo que le queda por aprender. Y no tiene dudas: "Volvería con los ojos cerrados", dice entusiasmada, esperando poder continuar con el proyecto, al que todavía le falta un largo camino.

Por suerte, la joven pontesa ha devuelto ya la sonrisa a muchos niños a los que la vida les ha dado un revés injusto. Algo insuficiente todavía, ya que aún quedan muchas más sonrisas por arrancar.

En Kathmandú, hay muchas casas derruidas y apuntaladas, pero también comienzan a construirse nuevas edificaciones

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