Sin sombra en el camposanto

Una maceta de grandes dimensiones con árboles preside la entrada del cementerio. (Foto: Toño Parga)
photo_camera Una maceta de grandes dimensiones con árboles preside la entrada del cementerio. (Foto: Toño Parga)

La soledad vivida en un espacio rodeado de nichos, tristeza y dolor es de los peores sentimientos que puede experimentar una persona. Si el lugar está yermo, falto de vegetación que aporte algo de vida al entorno, la sensación de amargura y desolación se incrementa. El plátano de sombra del cementerio de Escairón, que acompañaba a sus vecinos en los peores momentos, era uno de esos símbolos que aportaba algo de luz a un entorno de dolor y recuerdos. Talado después de 70 años y arrojado a un destino tan luctuoso como el de las personas que hoy ocupan los nichos, los que mitigaban el calor al cobijo de sus ramas lamentan su pérdida como si de un vecino más se tratase.

Su lugar ha sido ocupado por adoquines y cemento que crean un espacio despejado de todo obstáculo para coches y peatones. Incluso se han plantado tres magnolios en las inmediaciones que rompen con el nuevo paisaje urbanita. Pero uno de ellos, el central, el que reposa sobre el punto en el que estaba el plátano, ha empezado a secarse. En una suerte de homenaje a aquel viejo árbol que proporcionaba sombra en un radio de 20 metros, sus ramas parecen vivir un otoño anticipado. Sin hojas verdes, sin vida.

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