Shame o el descenso a los infiernos

EN SU ensayo ‘Cine e imaginarios sociales’, Gérard Imbert dedica un capítulo (titulado ‘En los límites del cuerpo y el sexo: el exceso’) a diseccionar una cierta tendencia del cine contemporáneo a redefinir la identidad -o identidades múltiples- del individuo en una realidad cambiante y sobre la que no tiene un mínimo control. Una de ellas es la autonomía del cuerpo como si este fuese una carcasa ajena a la mente y totalmente indomable. 

‘Shame’ es un descenso a los infiernos de un adicto que describe con parsimonia, pero con progresión acelerada, las heridas autoinfligidas de su tortuoso camino. En el aspecto puramente narrativo, no se diferencia ni un milímetro de los territorios conocidos de lo que podíamos denominar «subgénero autodestructivo»: ese hombre expuesto a situaciones extremas y continuadas que le impiden disfrutar de los aburridísimos tiempos muertos de una vida corriente. Pasaba con la adrenalina guerrera en ‘En tierra hostil’ (Kathryn Bigelow, 2008) o con las drogas en ‘Réquiem por un sueño’ (Darren Aronofsky, 2000). El sentimiento de culpa del protagonista se superpone a la imposibilidad de una retirada digna. 

Si cambiásemos el sexo por las drogas o por la violencia, la narración no necesitaría apenas de retoques salvo en una escena clave: la que demuestra que las relaciones sexuales convencionales están vedadas para el protagonista. 

Pero Steve McQueen estira tanto la goma, proporcionando datos sobre su comportamiento al límite (bebe Redbull y muchos cafés en el trabajo, alcohol todas las noches, consume porno como un poseso...), que se acaba rompiendo la tensión antes de llegar al final.Quizá los aciertos de la película y sus mejores ideas estén en la puesta en escena. McQueen afirma, en una entrevista reciente, que trasladó el escenario de ‘Shame’ desde Londres a Nueva York porque todas las historias que seguía para documentar la adicción al sexo le llevaban allí. 
Deducimos entonces que la ciudad de los rascacielos le proporcionó una dimensión más claustrofóbica de la que había pensado para un personaje ya de por sí atormentado y esclavo de las pulsiones de su cuerpo, y le permitió encerrar mejor en prisiones de cristal a sus protagonistas. 

‘Shame’ se viene abajo en un final alocado y sin frenos. Lo que podía haber sido un retrato cruel de una sutil decadencia de la clase media -como parece que describe al principio-, se convierte en una búsqueda de la identidad por el camino de la autodestrucción mediante el sexo a todas horas.

Título: Shame. Director: Steve McQueen. Reparto: Michael Fassbender, Carey Mulligan. Cines: Centro. Calificación: 2/4

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