Serena

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Título: Serena. Director: Susanne Bier. Reparto: Jennifer Lawrence, Bradley Cooper. Cines: As Termas (Lugo). Calificación: 1 / 4

«MI GENEROSIDAD es inmensa como el mar, mi amor, tan hondo; cuanto más te doy, más tengo, pues los dos son infinitos». Esta declaración de amor que Julieta le hace a Romeo, y que representa como pocas la entrega al otro en todo acto íntimo, se podría leer entre los labios de Serena Pemberton (Jennifer Lawrence) en la llegada a la explotación maderera que posee su marido en Carolina del Norte. Serena se muestra entregada en cuerpo y alma a su matrimonio y a la empresa que se abre paso en los bosques americanos; primero como esposa comprensiva -al restar importancia a los hijos ilegítimos que pueda tener su marido antes de conocerla a ella-, y más tarde como socia fundamental en el negocio: el proyecto industrial de George Pemberton (Bradley Cooper), expresión misma del capitalismo y de la formación de un país en proceso de construcción.

Ron Rash, autor del ‘bestseller’ en el que se basa la película, pensó su ‘Serena’ como una Lady Macbeth para la Gran Depresión norteamericana. Todos los elementos shakesperianos están presentes, en mayor o menor medida, en la cinta de la danesa Susanne Bier. El punto de inflexión, de hecho, es la maternidad de Serena y su contradicción con el trabajo en la explotación. Serena pierde el bebé que esperaba por haber montado a caballo en su intento de salvar la vida de un trabajador, algo normal en el día a día del campamento pero incompatible con sus aspiraciones de formar una familia numerosa.

Pese a los rastros lejanos de esa universalidad concreta hegeliana de que, con cada contexto nuevo, la obra clásica se dirige a la cualidad específica de cada época, ‘Serena’ pasa de puntillas por las dos ideas más sugerentes del relato y se explaya en lo accesorio, en un suspense innecesario por previsible. Y esas dos ideas son, por un lado, la ambición de poder y la maternidad como elementos incompatibles en la nueva sociedad que se está forjando a finales de los años veinte, y que tiene relación directa con la nuestra; y por el otro, el capitalismo como motor de construcción de un país que promete realización individual y prosperidad infinita, mucho mejor representado en ‘Pozos de ambición’ (Paul Thomas Anderson, 2007), a su vez basada en ‘¡Petróleo!’ de Upton Sinclair.

La declaración de Julieta en boca de Serena, en caso de hacerse explícita, adquiriría un sentido más amplio: una generosidad que rebasa los límites del matrimonio para, también, aniquilar la acumulación de riqueza.

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