''Ser profesor en EE.UU. es más duro que en España''

No por tener hijos Roberto Núñez y Marta Vázquez han renunciado a viajar. Licenciados en Filología Inglesa, ejercen desde hace más de un año como profesores de español en Estados Unidos, a donde se desplazaron con sus pequeños Helena, de seis años, y Pedro, de tres.

Roberto y Marta forman una pareja inquieta que ha encontrado la manera de viajar —más allá de la escapada turística— en familia. Licenciados los dos en Filología Inglesa, Roberto daba clase en el IES de Meira y Marta trabajaba para una editorial hasta que se sumaron al programa de profesores visitantes en USA y Canadá del Ministerio de Educación y Ciencia y se desplazaron a Rockford, (Illinois) con sus dos hijos: Helena, que ahora tiene seis años, y Pedro, de casi tres. Allí  conocen el modo de vida americano. "Vivimos en una casa con jardín en el típico barrio de película americana. Cuando hace buen tiempo charlamos con los vecinos mientras segamos el césped y preparamos barbacoa", cuenta Marta.

A la pareja le movía el gusto por los viajes, pero también "vivir una experiencia distinta, mejorar nuestro inglés y que los niños lo aprendieran como nativos". En su entorno, la decisión causó sorpresa, especialmente entre los familiares, "pero al final supieron entendernos", dice Marta. En su segundo año de aventura estadounidense —el programa del ministerio les permite estar hasta tres—, el balance es positivo, sobre todo por los niños. "Con todo lo que están aprendiendo ya merece la pena", dice la madre, que asegura que toda la familia está disfrutando mucho con la experiencia de vivir en el extranjero e intentan "viajar por el país todo lo posible".

Sin embargo, no todo fue un camino de rosas. Roberto ya ejercía la docencia, pero aún así, "el primer año se hizo duro porque el trabajo era nuevo y la vida muy distinta". En invierno especialmente, las condiciones no son fáciles. "El año pasado vivimos con nieve más de dos meses y con temperaturas que llegaron a los 37 bajo cero, pero aunque suene raro escogimos Illinois en parte por vivir la experiencia de la nieve", confiesan. Sin embargo, la primavera y el verano "son cálidos para nuestros estándares lucenses, y el otoño es una estación preciosa por la cantidad de árboles que hay en la ciudad".

La nieve no falta precisamente en Rockford. "La semana pasada nevó durante 30 horas seguidas y se suspendieron las clases, pero ese día hay que recuperarlo a final de curso. El año escolar dura 180 días y si se pierde alguno por el medio se recupera".

El paisanaje es menos frío que el clima, cuentan. "Los americanos que conocemos son gente muy hospitalaria y muy amable. Siempre están dispuestos a echar una mano en lo que sea". Y tampoco faltan españoles en su misma situación.

Lo que peor llevan es "estar lejos de la familia y los amigos", aunque la añoranza se  mitiga con la tecnología. Además, apuntan, "el trabajo como profesor también es más duro aquí que en España".

Roberto y Marta encuentran grandes diferencias entre el sistema educativo español y estadounidense. "Hay alguna cosa que se podría importar, pero en general preferimos el español, donde los alumnos tienen que esforzarse más que aquí para aprobar". En Estados Unidos, "desde que son pequeñitos se les enseña a trabajar de forma autónoma, experimentando y razonando, lo cual es positivo", explican. "Por otra parte, no se fomenta nada el uso de la memoria, ni para cosas tan básicas como las tablas de multiplicar".

La estancia en el extranjero "nos está haciendo más abiertos de miras", cuenta Marta, "y nos está permitiendo comprobar que algunos estereotipos son ciertos y otro no. En este segundo año estamos comprendiendo cosas que antes de venir nos chocaban más, como el sentimiento patriótico, que aquí te inculcan desde niño".

Los pequeños son los que están sacando más partido. Helena cuando llegó "sólo sabía decir los colores y unos cuantos números en inglés" y Pedro aún no hablaba. Ahora "¡resulta increíble ver a los dos hermanos jugando en inglés!", dice su madre.

La cultura estadounidense ha penetrado tanto en Europa que Roberto y Marta sienten que es difícil "decir nada nuevo". Recomiendan "hacer un viaje por carretera y parar a comer en cualquier restaurante en el que, junto con el filete, una camarera con cofia te va a ofrecer más café". Chicago, a unos cien kilómetros de Rockford, "tiene muchas cosas que ver, desde sus impresionantes rascacielos hasta los barrios más sencillos". Su favorito es "el Bucktown, originariamente el barrio polaco y que ahora es un hervidero de vida cultural y artística".

"Es impensable vivir sin coche"
Rockford "tiene un número de habitantes parecido al de A Coruña,  pero con una extensión similar a la de Barcelona", describe Marta. Con esa densidad poblacional, es difícil prescindir de cuatro ruedas. El coche en Estados Unidos es el principal medio de transporte "desde los 16 años hasta que te mueres", por lo que Roberto y Marta echan en falta "poder ir a pie a los sitios. En la mayoría de las ciudades americanas de tamaño medio es impensable vivir sin coche, ya que los medios de transporte públicos son casi inexistentes y las distancias son enormes", relatan.

No es lo único que echan de menos de Lugo.  En la añoranza, la gastronomía tiene un capítulo propio. "Echamos de menos ir a tomar los vinos con los amigos y la comida en general. Placeres tan sencillos como un bocadillo de chorizo en pan de barra son casi ciencia ficción aquí". Los estadounidenses cumplen a rajatabla con el tópico de la comida "no rápida sino rapidísima, mucha gente no se baja ni del coche", cuenta Marta. "Nosotros comemos bien", se apresura a matizar para que nadie se llame a engaño.

  • Precios. Un bocadillo es improbable no sólo por el chorizo, sino porque " es difícil encontrar una barra —por la que se paga 2,69 dólares (1,79 euros) —. Y un café "en vaso de plástico y bebido por la calle", cuesta un euro (1,50 dólares). La conexión a internet empieza en los 13 euros. En cuanto a la vivienda, "se alquila más que se compra y las casas se suelen alquilar totalmente vacías". En los restaurantes, las propinas son "obligadas. Lo mínimo es del 15%, pero si vas en un grupo grande te suelen pedir el 18%"., explica Marta Vázquez.
  • Horarios. Los horarios se adelantan considerablemente con respecto a España. "Nos levantamos poco antes de las seis de la mañana y antes de las ocho ya estamos todos trabajando; los niños en el colegio y la guardería, claro". Comen sobre las 11.30 y a las 15.30 regresan a casa, aunque siguen "preparando cosas para el día siguiente". La cena se hace "en torno a las seis", los niños se van a la cama a las ocho, y los adultos, a las diez de la noche.

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