Seis grandes centrales esquilman los ríos de la provincia

sEIS GRANDES centrales hidroeléctricas esquilman los ríos de la provincia sin que haya una contrapartida social a ese lucro por los megavatios generados en los cauces, ni en términos de empleo creado ni en la tarifa de la luz. En el debe de estas instalaciones hay que añadir también los daños que causan en el ecosistema, que quedan de manifiesto en hechos como la práctica desaparición de especies como los salmónidos, incapaces de sortear las continuas barreras artificiales que se encuentran en el cauce fluvial.

Dos compañías eléctricas, Iberdrola y Gas Natural Fenosa, se lucran de esos seis grandes aprovechamientos hidroeléctricos. Así, la empresa vasca explota desde hace décadas las centrales de San Clodio, Sequeiros, San Martín y Montefurado, las tres primeras en el río Sil y la última en su principal afluente, el Bibey. Estas instalaciones suman una potencia de cerca de 100.000 kilovatios, según datos del Instituto Enerxético de Galicia (Inega).

Por su parte, Gas Natural Fenosa explota los embalses de Belesar de Os Peares, ambos en el cauce del río Miño, con una potencia que desde el Inega se cifra en 294.000 y 181.000 kilovatios, respectivamente.

Cerca de 60 años
La central de Sequeiros es la decana de estas grandes instalaciones en la provincia, al haberse iniciado su actividad en 1952. Le siguen en antigüedad la presa de Os Peares, que data de 1954, y la de Montefurado, de 1956, por lo que las tres centrales llevan más de medio siglo exprimiendo los recursos energéticos del caudal del Sil y del Miño.

Además, la actividad en estas seis grandes centrales hidroeléctricas en la provincia se antoja de largo recorrido. En ese sentido, según datos de la Confederación Hidrográfica del Miño-Sil, el periodo de explotación de las cuatro presas de Iberdrola finaliza en enero de 2051, la concesión administrativa para la central de Os Peares termina en octubre de 2056 y la de Belesar, en febrero de 2063.

Las asociaciones ecologistas critican la impunidad con la que, a su juicio, las compañías eléctricas han actuado durante las últimas décadas. Entre otros reproches, acusan a las administraciones públicas de mirar para otro lado ante «ilegalidades» de las eléctricas como el no haber respetado los denominados cauces ecológicos, garantes de la buena salud de los ecosistemas fluviales.

Esta «sobreexplotación» que aprecian las organizaciones ecologistas en Lugo se repite en el resto de Galicia, en donde otras 35 grandes centrales -de más de 10 megavatios de potencia- exprimen los recursos de la amplia red fluvial que se extiende por la comunidad. La provincia de Ourense se sitúa a la cabeza, con 23 de estas instalaciones.

La cuenca del río Sil, que abarca terrenos de Lugo y Ourense, es la más afectada por esta agresiva explotación energética. Es en este territorio en donde la compañía Iberdrola toma ventaja frente a sus competidores al disponer de hasta 19 centrales hidroeléctricas y de 14 grandes presas. Una prueba de ese gran rendimiento que la empresa consigue en sus instalaciones en el Sil es su producción del año pasado, de 3.763 gigavatios a la hora, lo que constituye su registro más alto de los últimos 30 años y que sería suficiente para abastecer durante todo un año a 1,8 millones de personas que tengan un consumo medio.

Estos registros históricos no han llevado aparejados beneficios similares para la comunidad, y eso a pesar de que las eléctricas deben abonar los preceptivos cánones y están sujetas anualmente al IAE y al Ibi.

El dato más esclarecedor de ese escaso beneficio social, que no está en consonancia con los altos rendimientos energéticos, es que las centrales no son generadoras de empleo en la zona, al estar automatizadas. Así, según los ecologistas, una gran central puede funcionar con normalidad con apenas dos o tres trabajadores, mientras que las minicentrales pueden llegar a prescindir de ellos sin que se vea afectada su operatividad. Además, esa gran producción tampoco ha implicado un abaratamiento de la tarifa eléctrica para los consumidores.

Otra de las quejas que suscitan estas instalaciones es que para su construcción se anegaron las tierras más productivas de los ayuntamientos afectados por los embalses, causando perjuicios para el desarrollo de actividades como la agroganadera o la vinícola.

Si ya preocupa la actual explotación de los ríos lucenses y gallegos, el panorama no parece muy alentador, ya que las empresas líderes del sector ultiman nuevos proyectos de grandes centrales en las cuencas del Miño y del Sil.

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