"Se hacían enormes barbaridades"

Un lucense que participó en carreras ilegales reconoce la peligrosidad de estas prácticas
Una carrera ilegal en un polígono
photo_camera Una carrera ilegal en un polígono

"Nunca vi apuestas en las que alguien se jugase dinero, pero si había retos en los que se hacían auténticas barbaridades solo para demostrar quién era el más valiente al volante", reconoce un lucense, que prefiere mantener su anonimato, y que a mediados de la década de los noventa era asiduo a distintos tipos de quedadas automovilísticas.

"Básicamente, yo diferenciaría entre tres tipos de concentraciones: las que se producían en los polígonos industriales, las carreras o piques en carreteras abiertas y los encuentros en caminos de tierra de quienes querían iniciarse en el mundo de la competición", indica.

Este hombre, que en la actualidad ya ha entrado en los 40, afirma que el perfil de conductor que asistía a las concentraciones en polígonos era "muy variopinto". "Venía quien quería, desde aficionados al tunning, a la conducción deportiva o, simplemente, quienes iban medio borrachos y se retaban para hacer pruebas de aceleración o derrapes en rotondas", hazañas que "no siempre acababan bien", aclara, al tiempo que indica que cuando la Policía aparecía varios días seguidos para sancionar, "buscábamos otro lugar nuevo para quedar".

"Más peligrosas eran las competiciones en carretera abierta, que se hacían en puntos concretos de algunas carreteras, como la Costa da Sal, en la N-VI", recuerda. "Yo creo que allí había gente que se jugaba más que el prestigio de ser el más rápido y, aunque nunca lo llegué a presenciar personalmente, posiblemente, había apuestas".

"Acepté que no quería morir haciendo el tonto por la carretera, por lo que, para correr con seguridad, me hice piloto"

Recuerda que aquellas carreras estaban más organizadas, "había quien se encargaba de vigilar si venía la Guardia Civil, y los piques entre motoristas y coches de alta gama eran habituales. Había quien conducía por encima de los límites de la física y el resultado fue que hubo alguna tragedia".

En otras zonas, como en As Pontes, cogió cierta notoriedad un grupo de conductores que se hacían llamar el Carajo Team. "Era habitual verlos en un tramo de la carretera que va a Ferrol, retándose entre ellos o bien "picándose" con otros conductores que pasaban por allí".

Para este hombre, todas estas prácticas no hicieron sino "criminalizar" el deporte del motor. "Hubo un día en el que acepté que no quería morir haciendo el tonto por la carretera, por lo que decidí sacarme la licencia de piloto para poder competir con seguridad".

INICIOS. Las dificultades para iniciarse en la competición deportiva hicieron que también tuviese que entrenar en la clandestinidad. "Eran reuniones que se hacían a las dos o tres de la mañana en pistas de tierra de los lagos de Teixeiro, en donde sabíamos que no había tráfico ni molestábamos. Eran grupos cerrados y la intención, hacer manos y aprender".

"Hoy, afortunadamente, hay más vigilancia y el hecho de que la sanción no sea administrativa sino penal hace que los jóvenes no se atrevan a hacer aquellas locuras, en las que más de uno se dejó la vida", sentencia.

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