Concursos, carreras y sorteos por la tarde

Santo Tomé, una rapa tradicional y familiar

Los montes de O Valadoduro fueron el escenario de la pelea entre los luchadores y caballos en el último curro del verano
Un caballo resistiéndose a unos de los 'aloitadores' en el curro de Santo Tomé, en O Valadouro
photo_camera Un caballo resistiéndose a unos de los 'aloitadores' en el curro de Santo Tomé, en O Valadouro

UN DÍA ventoso. El sol, escurridizo casi toda la mañana, apenas se dejó ver. El escenario fueron los montes de O Valadouro. Era el día para ver la última representación de la temporada de la lucha entre el hombre y la bestia. Tras las rapas de Campo do Oso, en Mondoñedo, y de Candaoso, en Viveiro, la de Santo Tomé echó el cierre.

Esta rapa das bestas conserva la esencia de lo tradicional. Huye de la masificación. Apenas medio millar de personas observaron la pelea en un cuadrilátero de madera entre el hombre y el caballo. Mejor dicho, entre los hombres y el caballo. Porque son cuatro o cinco los que se necesitan para tumbar al joven ejemplar, cortarle las crines y marcarlo, para devolverlo poco después, junto a la manada, libre el monte.

A primera hora de la mañana, los animales salvajes fueron guiados desde lo alto del monte hasta el curro, para ser encerrado en el recinto y poder realizar el marcado y corte de crines.

El curro de madera servía de mirador para observar, primero, la pelea de garañones, separando a tres ejemplares del resto. Cuando los caballos, incitados por los luchadores, despliegan su fuerza en modo de mordiscos o coces. Es una pelea entre iguales. Entre machos. Para deleite de los asistentes, muchos de los cuales eran la primera vez que asistían a un espectáculo como este. Porque alrededor del curro se oían acentos extranjeros y nacionales, además del gallego.

La pelea de garañones dejó pasó al marcaje y corte de crines de los luchadores. Se pusieron manos a la obra para capturar a los potros, esos nacidos en primavera, para marcarlos. Una lucha donde los animales no se dejaban doblegar. Incluso, una vez en el suelo, supuestamente bien retenidos, mantenían su orgullo exhibiendo su fuerza ante los cuatro o cinco luchadores que sudaban para mantenerlos a raya.

Tras cada captura, marcado y corte de crines, Christian Pérez, uno de los luchadores, se subía encima del ejemplar para cabalgar entre la manada. Incluso era capaz de saltar de un ejemplar a otro, exhibiendo su destreza a los lomos de caballos salvajes.

Un espectáculo que fue reconocido por el público, incrédulo ante semejante demostración de habilidad por parte del luchador, y de fuerza a partes iguales entre los hombres y los animales.

LA TRADICIÓN. El de Santo Tomé es un curro pequeño, de madera, pero que contiene la esencia de las grandes fragancias. De lo tradicional. De lo de antes.

Pero no todo iba a ser lucha y aplausos. También hubo tiempo durante el día para echar un baile con el Dúo Estrellas en la sesión vermú. Tras la caminata que tuvieron que hacer multitud de asistentes hasta llegar al curro, tenían bien merecido algo de bebida para hidratar el cuerpo, maltrecho por la subida.

"Tiñas que estar ahí", le decía un amigo a otro, de 80 años. "Eu xa non estou para iso", respondió, entre sonrisas.

Comentarios