Santiago es un culebrón

Santiago, capital de Galicia y referencia espiritual, se descompone como una de esas ricas dinastías que retratan los culebrones de la tele, en los que el rencor personal, el ansia de poder, los ajustes de cuentas y las amistades peligrosas se sientan a la mesa familiar para dibujar un panorama de intrigas que pudre el ambiente. Solo le faltaba un catalizador de la acción, un guionista enfebrecido e ingobernable llamado Pokemon.

El auge y caída de la casa compostelana comenzó con Gerardo Conde Roa, exmarido de buena familia, empresario de éxito cuestionable y político de personalidad volcánica. Se cuenta dentro del PPdeG que el ala poderosa del partido le puso la cruz cuando se separó de su primera esposa, mujer devota y familiar directa de Alfonso Rueda con la que tuvo cinco de sus ocho hijas.

Aún así, no solo encabezó la lista electoral popular, sino que logró arrebatar la alcaldía al hasta entonces intocable José Sánchez Bugallo. De segundo llevaba a Ángel Espadas, su mano derecha en la oposición, que tuvo la mala ocurrencia de quedarse dormido dentro del coche delante de un semáforo, según parece porque iba cargado de algo más que cansancio. Era plena campaña y el PPdeG ordenó su salida inmediata de la lista.

Conde Roa, sin embargo, lo nombró jefe de su gabinete cuando accedió a la alcaldía, puesto desde el que Espadas hace y deshace hasta que supera los límites impuestos por su mentor, que no duda en cesarlo, pero manteniéndolo como asesor.

Espadas conserva su poder de influencia en el Concello incluso después de que Conde Roa sea obligado a dimitir tras ser acusado de un delito contra Hacienda, relacionado con su actividad como promotor inmobiliario. El PPdeG ve la gran oportunidad de lanzar a su candidata ‘oficiosa’ en Santiago, Paula Prado, pero Gerardo Conde no está dispuesto a ceder tan fácil: dimite como alcalde pero mantiene su acta de concejal para apoyar con su voto el nombramiento como sucesor de Ángel Currás, hasta entonces un concejal de educación sin demasiado predicamento y con fama de gris, pero de su total confianza.

Joven con carácter

El puesto de Currás en educación lo ocupa la jovencísima Rebeca Domínguez, a quien le estalla en las manos la operación Pokemon. Tanto ella como Currás son imputados, aunque supuestamente el regidor trata de que sea la concejala la que asuma la responsabilidad en los contratos con Sermasa que investiga la jueza Pilar de Lara. Se encuentra, sin embargo, con una Rebeca Domínguez con mucho más carácter del esperado que, además, es reclutada por el bando de Paula Prado en su intento de descabalgar a los herederos de Roa. Domínguez no duda en acusar a Currás de haberla presionado para falsificar un contrato con Sermasa.

Ninguno de los dos dimite, aunque al todavía alcalde le cae acto seguido otra imputación, en este caso por acoso moral y prevaricación. Son unos lodos que vienen de los polvos levantados por Espadas y su siestecita al volante: uno de los máximos responsables de la Policía Local durante muchos años, al que Conde Roa supuestamente había acudido para frenar la denuncia policial contra Espadas, lo denuncia por prevaricación y acoso moral tras ser expedientado. Junto a Currás, quedan imputados Conde Roa, la delegada de seguridad Mar Hinojosa y Albino Vázquez Aldrey, edil de seguridad, grúa y Ora, también detenido ayer por orden de Pilar de Lara.

Albino Vázquez también había sido en su tiempo estrecho colaborador de Conde Roa, pero no tanto: su relación, según cuentan en el PPdeG, comienza a flaquear cuando Roa le niega el puesto de concejal de urbanismo, con el argumento de que la familia de Aldrey tenía enormes intereses inmobiliarios en una zona de Santiago cuyo plan urbanístico se iba a modificar. Esa negativa dio pie a un acercamiento de Albino Aldrey al grupo de Paula Prado, así como, presuntamente, un acercamiento no menos provechoso a los adjudicatarios de los servicios de grúa, Ora y gestión de multas.

Empresarios

El ‘espíritu de Espadas’ también se materializa en el caso de Jesús Fuentes, uno de los empresarios detenidos ayer, íntimo amigo del exconcejal con el que comparte intereses en algunos negocios. Considerado por algunas personas que lo conocen como un auténtico buscavidas con buenos contactos, es un promotor que lo mismo organiza un cátering, que una misa rociera que el último concierto de Bruce Springsteen en el Xacobeo. En aquella ocasión el escándalo fue mayúsculo: se vendieron 15.000 entradas más de las oficiales, miles de personas se quedaron sin ver la actuación y la cosa acabó como el rosario de la aurora. Ahora se investiga su papel de mediador en algunas adjudicaciones municipales.

Este círculo amistades, rencores, poder y dinero lo cierra José Luis Míguez, gerente de Aquagest y, según parece, el hombre a cuya puerta llama el Concello cada vez que hay una necesidad: si se precisa acudir a la ampliación de capital del Obradoiro, allí esta Míguez; si hay que patrocinar un evento, allí está Aquagest. La concesión municipal supone muchos millones, y la jueza se ha llevado todos los documentos correspondientes a patrocinios en Santiago, como ya hizo en el caso de Lugo y otras empresas implicadas.

Este es el paisaje que dibuja la operación Manga sobre Santiago, una casa grande venida a menos que amenaza con la ruina familiar.

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