El accidente de Abadín dejó ayer en la retina de decenas de conductores imágenes que tardarán en borrarse. Además, dio una segunda oportunidad a otros tantos, que ayer volvieron, sin saber ni cómo ni por qué, a nacer.
Este es el caso de Domingo Fernández, un vecino de Ribadeo que acudía como cada día a su puesto de trabajo en A Coruña, pero que en esta ocasión no pudo llegar. Sin tiempo para reaccionar se topó con los primeros coches accidentados.