Runa, la jefa del ecomuseo de Arxeriz

Una perra de raza mastín de dos años y medio vigila por las noches el centro y durante el día recibe amablemente a los visitantes
La perra Runa, en una de las zonas verdes de acceso al ecomuseo de Arxeriz
photo_camera La perra Runa, en una de las zonas verdes de acceso al ecomuseo de Arxeriz

Sin quererlo, la perra mastín de los Pirineos, que los responsables del ecomuseo de Arxeriz tienen en las instalaciones desde hace dos años y medio, es tanto o más protagonista que todos los objetos relativos a la cultura de la ribera del Miño que hay en las diferentes salas expositivas montadas en el antiguo pazo situado muy cerca de la capitalidad municipal de O Saviñao, Escairón.

Se llama Runa y durante el día se encarga de recibir a los visitantes, con los que le gusta fotografiarse. Por las noches se convierte en una celosa vigilante de las instalaciones y de los terrenos que circundan el museo. Además, es conocida por numerosos vecinos del municipio por su, hasta hace poco, afición a recorrer buena parte de las parroquias del territorio.

José Antonio Quiroga Díaz, el responsable de la fundación Xosé Soto de Fión, que se encarga del ecomuseo, indicó que todo comenzó hace 30 meses, cuando decidió llevar a Arxeriz un perro de gran tamaño y a la vez noble, leal y cariñoso para que hiciese «de vixiante de seguridade durante as noites». Pensó en un mastín de los Pirineos, pues el perfil se ajustaba a sus deseos. Así fue como llegó Runa.

No obstante, los primeros años fueron difíciles, según reconoce, «pois a cadela saiunos viaxeira». Explica que nunca le gustó tener atado a un perro y menos disponiendo de una amplia finca en la que el animal pudiese moverse a su antojo, pero su decisión le costó, según añadió, «ter que percorrer medio Saviñao na procura dela».

Y es que a Runa le gustaba conocer su municipio y, por ejemplo, desde Arxeriz se desplazó a lugares como Sabariz y A Cova, donde pasó una semana; a San Mamede, A Barxa, Rendal, Vilasante o Vilelos, localidades en las que estuvo varios días, o hasta Licín o Xuvencos, población que dista once kilómetros desde el ecomuseo.

«Pasábame os días percorrendo o concello na súa procura, preguntando aos veciños se a virán ata dar con ela e traela de volta a Arxeriz, pero o seu era volver fuxir unha e outra vez, ata que, quizais pola idade, deixou esa faceta súa viaxeira e rematou, por fin, o meu pesadelo».

Lo de pesadilla, Quiroga lo dice sin guardarle rencor alguno «a esta estupenda e cariñosa cadela», que durante las horas que está abierto el museo se convierte en anfitriona de los visitantes. Los recibe, les pide unas caricias y los acompaña hasta la entrada de las salas expositivas para, cuando se marchan, ir con ellos hasta la puerta de salida del pazo de Arxeriz. No pocos se riden ante tal muestra de cordialidad y piden hacerse una fotografía con ella y Runa, como si estuviese entrenada a tal efecto, posa con la gente como una verdadera profesional de las pasarelas.

Tal faceta cambia radicalmente de noche, cuando se convierte en una vigilante celosa del lugar.

«Cando cae a noite cumpre perfectamente coa súa función de vixía, pois encárgase de manter alonxados os xabaríns que poden levantar os terreos do pazo e os raposos que poidan verse tentando entrar no galiñeiro que temos», declara con orgullo José Antonio Quiroga.

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