Romper la tranquilidad

LA TRANQUILIDAD del pequeño municipio ourensano de Beade, en las tierras del Ribeiro, se rompió en la madrugada del lunes por la explosión de un artefacto en la sede del Concello. Una acción de violencia, terrorismo puro y duro, que no precisa para su condena de más información que el hecho en sí. El no pronunciamiento de condena inmediata por un diputado en rueda de prensa, a la espera de «información suficiente», sorprendió ayer. Alimenta esa peligrosa estrategia de convertir la violencia en elemento de división de las fuerzas políticas. No hay afortunadamente para el país tal desencuentro. El fallo fue corregido en un comunicado contundente de condena de la violencia por Age. Las declaraciones ayer del alcalde fueron correctas en la condena de la «brutalidad» y en la petición de respeto para poder expresarse. Otra valoración merece la proliferación de apariciones, de puro esperpento político, del alcalde Senén Pousa. Relacionar el franquismo de uno con la violencia de otros sería dar razones a los criminales. No se puede admitir la relación causa-efecto entre ese franquismo esperpéntico y una respuesta terrorista. Significaría legitimar de alguna forma el terror como herramienta política. Se ha de transitar pues con clara separación de hechos en este suceso. Si la violencia es inadmisible en cualquier contexto, ninguna justificación puede encontrar en un sistema de libertades y de convivencia ciudadana pacífica. Cuestión diferente es que poco más que la voz de Alfonso Rueda desde su organización política expresó la discrepancia por esas simpatías del alcalde por el dictador. Algunos lo quisieron presentar como una singularidad folclórica, una ingenuidad política y sentimental. No es la persona ni la gestión de alcalde el objeto de debate. El no a la violencia ha de ser absoluto, su rechazo total en la política y en la convivencia ciudadana: una dictadura es violencia.

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