EL CANDIDATO socialista a la Presidencia de la República francesa François Hollande en una entrevista en el programa ‘Parole de candidat’ de la cadena privada TF 1, en la que respondió en directo a las preguntas de 14 ciudadanos y cinco periodistas, ha prometido, que si resulta elegido el próximo 6 de mayo, aumentará hasta el 75% las cargas impositivas de los contribuyentes con rentas de más de un millón de euros. La verdad es que ese anuncio es un poco chocante si, entre las sesenta medidas que anunció días antes, se contempla en las de carácter fiscal, la elevación del tipo máximo de gravamen del impuesto sobre la renta del 41% actual al 45% para quienes ganan más de 150.000 euros al año.
El candidato ha dicho también que su verdadero adversario «no tiene nombre, ni rostro, ni partido. No presentará nunca su candidatura, y, sin embargo nos gobierna. Es el mundo de las finanzas...». Palabras que agradarán a muchos.
Pero ¿cómo se concilia el anuncio de gravar con él 45% las rentas superiores a ciento cincuenta mil euros anuales con la promesa de que quienes tengan ingresos que superen el millón de euros tendrán que contribuir hasta con él 75%? A mí me suena a retórica electoral. Bueno, por ser preciso, fundamentalmente lo que atañe a las rentas que superen el millón de euros. La otra fórmula no es ninguna novedad y es bastante más realista. Y les digo por qué. Sencillamente las del centenar de miles de euros son rentas de trabajo en muchas ocasiones, de sujetos bien remunerados, pero rentas de trabajo. Las otras, las millonarias, son principalmente de capital, y ésas, está claro, son más opacas para los servicios de inspección fiscal.
Está constatado que la hacienda pública, la inspección tributaria, no suele ser muy eficaz en la pesquisa de las rentas de capital, y así, resulta que con ese tipo de gafas miopes que parece que tienen los servicios fiscales, solo las rentas de trabajo son regular y efectivamente gravadas.
¿De verdad se puede creer que hoy en Francia una renta de ciento cincuenta mil euros anuales es muy significativa? Es una renta alta, no ofrece duda alguna, pero no es reveladora de que el contribuyente posea una gran fortuna.
Es evidente que, gravar con el 45% a un contribuyente que ingrese 150.000 euros al igual que el que tenga una renta de 1.500.000 no es un trato equitativo para el primero y supone dispensar al segundo una consideración fiscal más favorable. El nivel de vida que puede tener el primero en nada se asemeja al que el segundo puede disfrutar. Esos contribuyentes con ingresos en torno a los cien mil euros anuales que integran la parte alta de las clases medias, podrían con alguna razón reclamar un tipo único, lo que, hay que decirlo, se aplica en algún país y se ha defendido por algún sesudo economista y manejado por algún político como algo muy moderno. Y es, en mi opinión, una perogrullada.
El desiderátum sería que cada contribuyente tuviera un tipo establecido en función de su verdadera capacidad fiscal en cuya determinación la renta de que dispone es solo uno de los elementos a considerar, aunque sea el más importante, lo que aseguraría una equidad fiscal más rigurosa; pero eso no está al alcance de los órganos fiscales, hay que ser realista. Lo que es meridiano es que, sujetar al tipo máximo a las rentas de ciento cincuenta mil euros, es solo la expresión más evidente de que se renuncia a la equidad fiscal, y que no se es capaz de investigar y conocer con exactitud las rentas de quienes perciben ingresos muy superiores.
La renta neta de un contribuyente con ingresos de ciento cincuenta mil euros resulta mermada en términos no solo cuantitativa sino cualitativamente más, mucho más significativos, al aplicarle el tipo máximo del 45%.
En conclusión, la retórica del mensaje de Hollande puede sonar bien, pero, solo deja la certeza de que no es más que eso. Ni siquiera hace plantearse la duda.
Es más de lo que ya conocemos hoy, que es lo que es: un sistema fiscal muy poco equitativo, si se trata de lo que debiera ser. Que el esfuerzo fiscal de los contribuyentes guarde proporción.
