Resistencia al cambio

El Sínodo de los obispos se reúne en Roma entre el 5 y el 9 del próximo mes para ocuparse de la evangelización de la familia. Cinco cardenales, con Geshor Müller, que preside la Congregación para la Doctrina de la Fe (antes Santo Oficio), publican un libro en el que se oponen a que los católicos divorciados y que se han vuelto a casar puedan comulgar. Van en la línea contraria a la de la comprensión y acogida que marca el Papa Francisco. Significa una activación de los sectores más ultraortodoxos, más conservadores, frente a la línea del Papa. La cuestión de la comunión o no de los católicos divorciados que se han vuelto a casar -adulterio, para estos cardenales que salen de la noche de los tiempos- es asunto interno de la Iglesia católica. Son los católicos y quienes se sientan afectados los que han de resolverlo y pronunciarse. Aunque sorprende que exista en Europa quien califique de adulterio el matrimonio de unas personas divorciadas. Desde una óptica externa al debate interno de la Iglesia, la aparición de esta batalla de ortodoxia interesa en cuanto refleja los obstáculos que encuentra el Papa Francisco para los cambios y visualiza, al tiempo, las posiciones de ultraortodoxia que se traducen en activismo político, fundamentalismo religioso, que no entienden la separación entre Estado y religión. Muchos de los conflictos y desencuentros habidos en los últimos años entre el poder político y la jerarquía católica en España arrancan de esa ideología de los fundamentalismos religiosos que buscan imponer al conjunto de la sociedad sus normas morales y que ven como valores naturales y universales lo que son normas legítimas de posiciones personales o de grupo o asociación a la que la adhesión es una opción personal en las sociedades libres. El disparo del Santo Oficio contra los divorciados va dirigido a la línea del Papa Francisco y de quienes buscan una Iglesia que acoja y perdone, y no expulse y condene.

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