Rescate del tiempo ido


DOMINGO
¡Qué descaro! Ni en mis incursiones, bastante frecuentes, a las reliquias hemerográficas había visto tanta alineación partidista, y tan descarada, como la que exhiben los periódicos del fin de semana. Paso con ellos parte de la tarde. Las genuflexiones y los inciensos que se gastan las cabeceras a mayor gloria de sus respectivos apadrinados (sólo Rajoy y Zapatero: los demás candidatos no existen y, por consiguiente, no cuentan con consideración mediática) deja en pañales a la prensa miitante de la Segunda República y a sus hermanas menores, las publicaciones nacidas y sostenidas para defensa de un determinado aspirante por una derminada circusncripción.

Por cierto, hablando de aspirante y circuncripción, reúno, todavía sin caer en patologías compulsivas, material sobre El Distrito, aquel periódico que don Ramón Bustelo quiso patrocinar en Ribadeo. Como efecto colateral anoto los versos, ingeniosos ya que suyos, de su yerno Leopoldo Calvo Sotelo (sin guión) en Ribadense.

LUNES
Hoy se clausura ARCO y yo busco en la red algún balance artístico de la muestra. No lo hay, sino de cifras. Se confirma lo que una vez dijo José María Moreno Galván, sabio y andaluz: el mercado del arte es el último gran invento del capitalismo. Los coleccionistas no compran por deleite sino como inversión. De ahí el nulo interés que muestran hacia las glorias locales: cuando salen a cincuenta kilómetros del taller dejan de cotizarse en bolsa. Pasa incluso con las firmas más lustrosas de nuestro ombligo plástico: Corredoyra o Minguillón pierden toda demanda en cuanto pasan Pedrafita. Maruja Mallo aguanta mejor la competencia. Pero Maruja Mallo no es lucense (si me apuran, ni gallega), más que a efectos de registro civil.

MARTES
La coral polifónica El Eco, de A Coruña, decano de los coros españoles, ofrecerá el domingo un concierto en el teatro Rosalía de Castro de la ciudad herculina. La primera parte del programa está dedicada integramente al estreno de cuatro obras del compositor lucense Alejandro Besteiro: Do colo ó berce, O merlo, Gaivotas y Carballos mortos. El maestro Besteiro, de nuevo residente en Lugo tras muchos años de estancia en Valencia, es un ejemplo de sencillez y bonhomía. Aunque ello supusiera forzar su modestia, bien merecería que el programa de mano editado para este concierto (y que tengo a la vista) incluyese una semblanza biográfica de este músico, autor de numerosas piezas para coro, banda y orquesta sinfónica.

MIÉRCOLES
En los tiempos que corren, pocas actividades empresariales serán tan arriesgadas como la de editar libros. Y ello por una razón bien fácil de entender: en España no se lee. Por eso, mi admiración a los héroes que han puesto en marcha en Astorga la editorial Akrón. Hasta hoy, no la conocía. Su aportación al cincuentenario de la muerte de la audaz y desdichada Sofía Casanova es importante: reeditan, con calidad y gusto tipográfico sobrados, La revolución bolchevique y En la corte de los zares, dos titulos esenciales en el conjunto de la obra de la escritora y periodista coruñesa.

La editorial anuncia, en su lista de próximas publicaciones, una reedición de la Causa general, el siniestro recuento de asesinatos y paseos que dio a la luz, para lección, escarmiento o venganza, el ministro Aunós en el alborear del franquismo. 


JUEVES
Si fuerza mayor no lo impide, hoy he pasar un buen rato viendo la exposición que el Museo Provincial dedica a Cristino Mallo, el hermano escultor de Maruja (“y más raro que ella”, apostillaba siempre Fermín González Prieto). Un artista enorme, indiscutible. Lo recuerdo perfectamente: sentado, solitario, silencioso, el gesto un poco hosco, en el ventanal del Café Gijón. Se pasaba horas viendo el  nada estimulante ir y venir de las gentes por el paseo de Recoletos, entonces de José Calvo Sotelo. No descubro nada si digo que las relaciones con su hermana eran las justas, sólo las justas.

VIERNES
En uno de esos canales dedicados al cine nostálgico emiten Una gran señora, de Luis César Amadori. Cine español rancio. Pero siento no volver a ver la película, protagonizada por Zully Moreno, esposa del director. Amadori y Zully Moreno vivieron muchos años en Madrid, refugiados tras la caída del peronismo. La madre de Zully era de Mondoñedo, de la familia de los Ferreales, en Monfadal, un barrio de la parroquia de O Carme. Pero nunca se vio que mostrase interés por conocer el lugar de sus orígenes. Peor para ella. En Argentina la consideraban poco menos que una gloria nacional. Guapa sí era. Y mucho.

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