Remordimiento

Tal vez pocas cosas se convierten en un lastre tan pesado como no haber querido cuando debíamos. A veces cometemos graves errores que nos persiguen toda la vida...

Acceda a todos os contidos da última edición do suplemento 'Táboa Redonda'

EL SÁBADO de noche, mientras los demás bailaban, un amigo me decía algo tan simple, sabido y sin embargo obviado como que de aquí solo nos llevaremos el amor. El amor recibido y el dado. Lo que nos quieren, que nos sostiene día a día, año tras año, y lo que nosotros queremos, que es lo más parecido que tenemos a una ilusión, a un motivo.

Y tal vez por eso pocas cosas se convierten en un lastre tan pesado como no haber querido cuando debíamos. A veces cometemos graves errores que nos persiguen toda la vida. Errores que hasta el final –al final más que nunca– lamentaremos no poder corregir. Decisiones cortas de miras que con el tiempo se mostrarán en toda su ruindad. En cambio, otras –la mayoría–, es algo tan sutil como dejarse llevar. Dejarse llevar por la inercia, la corriente, la comodidad o la estupidez, sin pensar ni volver a mirar atrás. A veces es una traición; muchas, desagradecimiento u olvido.

Me obsesiona el abandono a nuestros mayores. Que vivieron en casas que eran nuestras pero que pasaron a no significar nada para nosotros; lugares que han seguido en su sitio todo el tiempo y continúan siendo los mismos donde estuvimos, aunque nosotros no nos hayamos acordado más de ellos. Personas para las que fuimos un motivo de alegría, que preguntaron por nosotros y nos esperaron, aunque nunca aparecimos, no tuvimos tiempo para ellas porque estábamos ocupados. Teníamos prisa, creíamos que nuestra vida sería excepcional, y mientras nos apartábamos nos preguntábamos cómo era posible que en las suyas —que nos parecían tristes y anodinas— no pasase nada excepto los años. Y los dejamos atrás, solos.

Y me obsesiona haberle fallado a quien me quiso. El sentimiento de culpa tiene algo que ver con la rabia que nos inunda cuando vemos que unos niños no dejan jugar con ellos a nuestro hijo pequeño. Solo que en esta ocasión no podemos aliviarlo, porque fuimos esos niños, porque fuimos los malos.

Será el amor, lo que nos llevaremos de aquí. El recibido y el dado. Y pocas cosas nos pesarán más que no haber querido a quien se lo merecía.

Comentarios