La casa de Ramiro Fonte

"Ahora sé que en su poema 'La chambre de Van Gogh á Arles' la tempestad no está solo alrededor del cuarto sino que ha invadido el cuarto mismo, está en las sillas enloquecidas de enea, en la cama que casi se retuerce, en toda esa apretura del cuarto..."

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YO NO sabía que iba a escribir Pensar na tempestade cuando vino a mi pueblo a buscar un poema inédito de Ramón Cabanillas y fuimos a ver una iglesia románica colgada sobre el río Miño y una vieja que tenía la llave nos llevó a una bodega y nos emborrachamos y luego bajamos al río y estaban abiertas las compuertas del embalse de Belesar y el vapor de agua lo llenaba todo y yo me aparté a mear mientras él seguía hacia abajo y luego lo llamé varias veces y me dije espantado que habría caído al abismo y caminé apesadumbrado cinco kilómetros hasta el pueblo y lo encontré todo tranquilo con mis tíos tomándose una tortilla al atardecer, creí de verdad que tal vez se había caído a aquella tempestad que formaba el agua, desde antes de conocerlo me habían dicho que le atraían las experiencias desmedidas, que buscaba ahondar en la vida para ahondar su poesía, desde los tiempos en que participaba en la antología Cravo fondo y parecía el más fascinante, el más tormentoso y el más atractivo de todos ellos.  

Tampoco lo sabía cuando yo estaba en Granada y vivía colgado sin perspectivas ni casa fija y él me escribía poemas sobre damas legendarias y nostálgicas, poemas llenos de sugerencia y de poder y de apertura, que me abrían horizontes, y me hacían experimentar sutilmente vivencias, poemas en los que manifestaba una capacidad insólita de hacernos viajar y vivir con el lenguaje, aquello sí que era poesía y no las chorradas convencionales y desmayadas que yo leía en muchos sitios, me los mandaba por si yo podía publicarlos en revistas andaluzas, me tendría mitificado en la distancia, sabes Dios que se imaginaba sobre mis actividades, cuando yo me pasaba tardes infinitas en una habitación interior escuchando frecuencia modulada. 

Tampoco lo sabía –pero sí lo sabía– cuando muchos años después él era director del instituto Cervantes en Lisboa, y yo le decía que lo envidiaba por poder dedicarse solamente a la literatura, mientras yo por desgracia tenía que dedicarme también a otra cosa, aunque desde niño tenía una vocación absoluta por la literatura, y él me contestó que me envidiaba a mí, que envidiaba mis horarios y mis puntos de referencia y mi vida regulada, porque él siempre osciló entre el pensamiento y la tempestad, entre la casa y el mundo, entre la filosofía y la noche, y estuvo siempre en esa tensión, con la cual reúne en una habitación todos los elementos infinitos de la tormenta y la noche, o se asoma a la ventana del lenguaje con todos los poderes de la mirada más profunda y agujereante para ver todos los relámpagos y las ansias y los abismos, igual que se asomaba aquella tarde al desnivel del embalse de Belesar donde se precipitaban toneladas de aguas desatadas pero después aparecía tranquilamente en mi casa tomando tortilla con vino tinto.  ç

Pero ahora sí sé que ha escrito Pensar na tempestade, como tantos otros libros de títulos inolvidables, y que ha alternado la filosofía con la pasión, atraído por el romanticismo alemán o el mundo esotérico o las infinitudes de la música, que en su poema Praza do mundo, que yo creo que es sobre la Quintana de Compostela, trata de reunir en la plaza todas las aperturas y peligros del mundo, que en Unha parella de enamorados reúne a Kleist con esa compañera suicida en un lago de Berlín negando el amor y el abismo y la frustración y el clamor del extravío y las durezas del invierno e incluso la tristeza, Fonte recoge todos los elementos del desconcierto e intenta pensarlos y nombrarlos, coge momentos sintéticos que reúnan la angustia y la inquietud, supera todo el fracaso de la filosofía por medio de la poesía y convirtiéndola en poesía, pero quiere mantenerse en la tempestad como quien en una balsa no deja de servirse sobre la mesa un vaso de vino, ahora sé que en su poema La chambre de Van Gogh á Arles la tempestad no está solo alrededor del cuarto sino que ha invadido el cuarto mismo, está en las sillas enloquecidas de enea, en la cama que casi se retuerce, en toda esa apretura del cuarto, que sin embargo trata de ser un cuarto en mitad de la locura, y Ramiro Fonte ha sabido contraer las palabras y hacer que se asomen al mundo como probablemente no lo hizo nadie en Galicia, nos ha provocado verdaderas experiencias de la tormenta y de todas las nostalgias y de todo lo innombrable y todo lo que se escapa al lenguaje , y realmente nos hace estremecer de vivencias soterradas y audaces, a pesar de los sesudos análisis académicos que pretenden hacer de su obra, de los homenajes oficiales de funcionario de pie con el canapé en la mano, y de esa cara de portarse bien, de "yo no he sido", que pone en las fotos de su madurez, en las que sin embargo se trasluce aquella vitalidad desenfrenada, aquel buscar las experiencias visionarias, aquella atracción por el abismo que vivía en su juventud estremecida, cuando nos encontrábamos en las galerías Viacambre de Compostela junto con Ánxel Rei Ballesteros evocando a Ernesto Sábato o a Bataille o a Pierre Klossowski, cuando yo iba a verlo de madrugada al hospedaje Paradiso y él me echaba con cajas destempladas pero luego me pillaba por la calle y me decía que podía volver, cuando yo iba a su casa y le vaciaba la nevera porque tenía hambre, y él venía a verme a mi agujero de la calle Calderería donde yo le hablaba de Thomas Merton entre las paredes cubiertas de hongos.  

Y así pasa uno una vida entera sin saber cosas, o sin saberlas del todo, o aplazando el momento de saberlas de frente, y yo no sabía cabalmente que aquel amigo era uno de los grandes poetas que ha dado Galicia, que su poetizar ha reunido en poemas repletos de evocaciones inclementes todos los arrebatos de la cultura y de la vida, todo el fracaso de las vivencias llevadas al límite en el lenguaje y en la realidad, toda la melancolía del lenguaje que siempre se prepara para superarse a sí mismo y realmente se supera cuando fracasa en ello, este hombre pretendió filosofar, construir una casa en mitad del mar, pensar en mitad de la tempestad, hablar de las cosas cuando las cosas nos desbordan, y atravesó todas las contradicciones de la vida, y la vivió a través de todas las nostalgias, y sentí una nieve negra sobre mí cuando me dijeron que había muerto, y no sabía cómo hablar de él, pero algún día hay que hacerlo, algún día las heridas nos hacen lúcidos y nos hacen acordarnos violentamente de todo.

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