Rafael Álvarez, El Brujo: ''Todos somos asnos, solo nos falta poner el heno delante''

Rafael Álvarez, ‘El Brujo’. Foto: XESÚS PONTE
photo_camera Rafael Álvarez, ‘El Brujo’. Foto: XESÚS PONTE

El Brujo regresa hoy a Lugo (20.30 horas, Gustavo Freire), donde ya es un clásico, con ‘El asno de oro’ de Apuleyo, una de las joyas de la literatura universal. Con una exquisita educación atiende a la entrevista telefónica antes de la representación de esta obra que propone una reflexión sobre pasado y presente, sobre la decadencia y la corrupción.

En su estreno, se habló de ‘El asno de oro’ de El Brujo como la primera puesta en escena a nivel mundial de esta novela escrita en el sigo II después de Cristo. «Bueno, recientemente he descubierto que había habido una representación en el Festival de Sagunto, hace unos años, pero por una compañía poco conocida y un solo día», explica el actor.

¿Por qué ‘El asno de oro’? ¿Ha tenido algo que ver el ambiente de corrupción que vivimos con la elección de este texto?

Deliberadamente no lo escogí así porque cuando yo leí el texto me encontré con el contenido del texto de manera sorprendente. Pero sí entiendo la pregunta, y además, muy pertinente. Porque realmente lo que trata finalmente la obra de Apuleyo es de la decadencia moral en todos los sentidos, la crisis total completa de una sociedad, que era la de él, la del Imperio Romano tardío, del siglo II después de Cristo, donde hay un cambio de mentalidad y hay una permanente corrupción en todas las instituciones y en las personas, y en donde está habiendo también una serie de cambios en la estructura, en los valores dominantes, en las representaciones de valores, en las religiones...

¿Qué fue lo más complicado de la adaptación?

Pues lo más complicado ha sido sintetizar la novela, que es abigarrada y compleja, y es retórica y tiene muchas derivaciones narrativas, de episodios, de historias dentro de otras historias.

¿Usted a quién convertiría en asno, aunque fuese un ratito?

Bueno, la gran reflexión que tiene el libro al final no es precisamente... Bueno, es acusatorio, pero es más una reflexión sobre la condición interior del ser humano que la vive. Cada uno de nosotros lleva un asno y la tarea de cada ser humano es encontrar su asno para convertirlo en oro, que es símbolo de la luz, de la sabiduría antigua, del conocimiento, es la metáfora de los misterios paganos, incluso también del cristianismo primitivo que en aquella época se estaba expandiendo.

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