«Con orgullo, responsabilidad y cariño» recibió el valenciano Juan Bautista Puchades Quilís el título de hijo adoptivo de Mondoñedo en un acto en que el «exceso de emoción» le llevó a tener que interrumpir su discurso en un par de ocasiones, una señal de que a diferencia de sus esculturas el valenciano mindoniense no es de hierro, un gesto que el público, que abarrotó el consistorio, llenó con aplausos.
El homenajeado, vestido con traje gris, camisa clara y corbata a rayas, agradeció el honor «que merecido o no» le brindó una ciudad, que pisó por primera vez el 16 de diciembre de 1960 para presentarse «el último día y a última hora» a tomar posesión de la plaza como profesor en el instituto San Rosendo. La elección de Mondoñedo en lugar de Noia, su otro posible destino, la tomó de casualidad, «porque me llamó la atención su historia», comentó.
«Bonito sí, pero no vuelvo nunca más», aseguró Puchades que pensó al subirse al bus, pero la muerte de su maestro en Valencia le hizo regresar en enero, «pensé que sería una estancia breve, pero la vida me abrió otro camino», el de amor y la amistad, responsable recordó de que Mondoñedo sea hoy su verdadero hogar y es que, en sus visitas anuales a su ciudad natal, en verano y San José, «añoro volver al lugar que me dio todo lo que una persona puede desear»
La buena acogida que le dispensó la ciudad le hizo participar en las actividades de todo tipo, incluso a demostrar sus dotes culinarias haciendo «por vez primera en mi vida» una paella, sobre la que aún corre la copla de que se hizo «con un litro de aceite y una gallina vieja», contó divertido.
Aunque la enseñanza nunca fue su gran vocación, «intenté hacerlo lo mejor que pude» y no debió de ser muy mal cuando entre sus discípulos se encuentra gente como Vizoso, autor del diploma que acredita su nuevo título, Caxigueiro, Mauro Leivas o José María Artiaga, que habló en representación del colectivo mandándole en valenciano «un abrazo eterno»,
Emotiva fue también la intervención de Celso Dourado, quien recordó que tiene «unha débeda» con el maestro, al abrirle la «xanela» de un futuro frente al «ti non podes e non vales» que otros le auguraban por su discapacidad.
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