Promesas incumplidas

CUALQUIER DÍA de estos me saldrá pelo, creceré 30 centímetros, pondré en orden mis asuntos y dejaré de leer el periódico. Será el mismo día en que dejen de hacerse exageraciones en precampaña electoral. Tal vez sea deformación profesional, no lo voy a saber nunca, pero a veces siento vergüenza ajena de lo que nos cuentan. Me reafirmo en mi idea de que esta vez no cuela y que cuando salga a la calle una gran manifestación colapsará las calles en demanda de que cesen los insultos a la inteligencia. Soy así de crédulo.

En A Mariña somos especialmente proclives a soportar temporales. No por nada especial ni por genética, sino porque no nos queda otra. En los próximos meses nos aguarda un buen chaparrón, que ya empezó a calar sin que podamos hacer nada de nada para remediarlo.

Lo peor es que asistimos atónitos al presunto inicio de cientos y cientos de obras, servicios e infraestructuras que sin embargo nunca acabamos de ver completadas del todo. Acaba por dar rabia picar siempre, pero picas. Forma parte de nuestra idiosincrasia creer a quien está hablando salvo en casos muy contados en los que curiosamente pasa justo lo contrario: hay gente que pierde la credibilidad de tal manera, como le pasó a Zapatero en su última etapa, que basta que digan que la leche es blanca para que llegues a ponerlo en duda.

Si nos atenemos a todo lo que nos están anticipando estos días en A Mariña, de aquí a tres o cuatro años esto será una comarca irreconocible, plenamente incorporada al siglo XXI, lustrosa y aseada, adaptada a las necesidades de una zona en expansión como dice todo el mundo que somos.

Así que se me ocurra, hacia 2018 deberíamos tener lo siguiente: el hospital ampliado, el corredor acabado, el acceso al puerto de Burela funcionando a pleno pulmón, nuestras costas acondicionadas a las necesidades que plantea el cambio climático, los ganaderos adaptados al sistema que sustituirá a las cuotas lácteas, nuestras aguas depuradas, acceso a internet en 4G sin problemas en todas partes.

Yo sospecho que lo que habrá con total seguridad es más pistas de pádel y tal vez algún campo de golf, pero no mejorará la recogida de basuras.

Y es que el futuro es una fuente inagotable de decepciones. No solo no es como nos lo pintan sino que, por lo general, es considerablemente más desagradable. Los que vienen detrás no lo notan porque para ellos es el presente, pero si te quitan la juventud para disfrutarlo, lo que está por venir es una chufla que encima veremos en una pantalla táctil.

De todo lo que nos prometen estos días, me conformaría con una capa de aglomerado en caliente bien gorda en la carretera de la costa. Solo eso, pero bien hecho, porque aunque lo de un corredor es una idea seductora, lo cierto es que las esperanzas de verlo en acción son tan remotas como las de cruzarte por la calle con Kim Kardashian.

Al parecer el entorno de la playa de As Catedrais en Ribadeo también estará perfectamente ordenado, con accesos en condiciones, un aparcamiento generoso y poco visible para que no enturbie el sosiego del entorno, arcos cuidados y una bajada inmejorable. Para los que conocemos aquello, nos bastaría con que echaran un poco de gravilla en el aparcamiento que ahora es solo tierra y que te deja el coche dispuesto para llevarlo al tren de lavado de cualquier gasolinera.

Y ahora ya ni siquiera es posible plantearse algunas cuestiones más terrenales como mejorar los accesos a algunas aldeas o zonas con menos población. El otro día el alcalde de Trabada pidió mejoras en el acceso a su pueblo y la cosa tuvo que quedar sobre la mesa. No es de extrañar que por ejemplo en Trabadela todavía no hayan acabado de reconstruir todos los puentes que se llevó la riada hace años.

Así que a falta de que vengan los Reyes Magos a traernos lo que les pedimos, creo que tendremos que ser nosotros los que sigamos asándonos las castañas. En este punto, la verdad es que es especialmente interesante reconocer la labor que vino desarrollando la Comisión Focega en Defensa da Sanidade Pública. Llevan cien convocatorias que hacen el primer sábado de cada mes. Se trata de algo realmente asombroso, un auténtico ejemplo de superación que hay que decirlo muy claramente: me da envidia. Envidia de que en otras localidades de la comarca no tengamos lo que hay que tener para mantener unas medidas de presión tan prolongadas en el tiempo. Si todos hiciésemos así no nos harían tantas promesas, porque no les quedaría otra que acabar cumpliéndolas.

EL GUSTO. Un lustro marcado por una sombra sobre Lara Méndez

HACE CINCO años escribí un artículo de opinión en el que decía creer lo que contaba Lara Méndez en aquel proceso que le abrieron y que el jueves quedó archivado. Me valió varias advertencias: «No pongas la mano el fuego por ningún político». El tiempo pasó y hasta yo me olvidé del caso. Lara Méndez seguro que no lo hizo. Ni del proceso ni de todo lo que la rodeó a ella en aquellos días en que se la veía considerablemente abatida. Es una lástima que la justicia maneje estos tiempos: cinco años es un abismo. Tanto para la memoria colectiva como para la integridad moral.

EL DISGUSTO. Una mezcla de lo más explosiva y poco oportuna

MARÍA LOUREIRO y el gobierno municipal de Viveiro se ausentaron de un extraño homenaje que la Policía Nacional quiso rendir, en el mismo momento, a Melchor Roel y César Aja. Agua y aceite. El verdadero problema de la cuestión es que todo estaba pensado para que primero se homenajease a Roel. Pero con este fallecido, y siendo de dominio público las tremendas divergencias y hasta enfrentamientos entre ambos, es difícil entender quién tomó la decisión de añadir a Aja. No creo que le hiciese gracia ni a uno ni a otro. Pero el auténtico problema es que Roel ya no puede opinar.

(Publicado en la edición impresa el 6 de octubre de 2014)

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