Poner la proa

DON JOAQUÍN Almunia nació en Bilbao y por eso es de donde le da la gana, como solo puede hacer un bilbaíno. Cuando esta semana se fueron a Bruselas el ministro de Industria, los presidentes de su tierra vasca, de Galicia y Asturias, además del compañero Cándido Méndez, de UGT, y el secretario general de CC.OO. dieron con hueso: ni caso. Ni la proximidad de paisanaje de Urkullo, ni la fraternidad ideológica de Méndez consiguieron que el de Bilbao mostrase alguna flexibilidad en esa pretensión de devolver las primas fiscales del sector naval. No le conmovió la posibilidad de que miles de trabajadores de los astilleros se queden sin opción de trabajo, ni que desaparezca un sector de actividad tan asentado en su tierra como en Galicia. Es lo que tiene ser alumno de Deusto y haber pasado por Harvard. Si Almunia no hubiese fracasado frente a Borrell en las primarias del PSOE en 1998, y por algún tratado de magia borrase que fue ministro con Felipe González en dos ocasiones y por la magia hubiese llegado a La Moncloa, hoy toda Europa estaría diciendo que la señora Merkel es una alumna aventajada de Almunia y que la señora Thatcher era una hada de las que don Álvaro Cunqueiro veía por cualquiera de las tierras celtas de su imaginario. Joaquín Almunia, que nació en Bilbao, es de donde le da la gana, tanto en cuestión de procedencia territorial como ideológica. Quizás espere que Pachi Vázquez, faro del socialismo gallego y por tanto compañero, se dirija a él para que caiga del caballo y asuma los argumentos que el Gobierno de España, Euskadi, Galicia y Asturias y los sindicatos le expusieron. O quizás, en la defensa de los intereses del sector naval gallego y de los miles de trabajadores afectados, Pachi Vázquez le recuerde a Almunia que el tiempo de la reconversión del naval, o sea, el puntillazo, es tarea del pasado, de aquella etapa en la que Almunia ocupaba carteras ministeriales como la de Trabajo. Alguien debería decirle al de Bilbao que cogerá el avión a España y no a Spanien.

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