Paredes

A MEDIADOS DE esta década, un artista inglés de nombre Moose volvió locas a las autoridades británicas con un nuevo concepto de pintada callejera. La idea consistía en limpiar la suciedad de paredes y aceras con detergente y cepillo, dibujando un icono, un mensaje de amor a su novia o su propia firma. El resultado era una imagen en negativo que ponía en evidencia el deficiente mantenimiento del espacio urbano y, además, esquivaba las multas: nadie te puede detener por limpiar la mugre.

Todo iba sin problemas hasta que Moose creó una empresa y empezó a dar sus servicios a firmas que quieren ver su logo en un graffiti limpio: desde la Xbox de Microsoft hasta Greenpeace. La presunta fortaleza ética y cívica de quienes se mostraban en contra de este nuevo concepto de expresión urbana se venía abajo desde cualquier perspectiva racional. El problema no era que ensuciaban, sino que ocupaban de forma gratuita un espacio que es de todos y por el que las autoridades no podían recaudar.

La campaña electoral moderna renueva la tradicional pegada de carteles por una más limpia y vistosa: pantallas táctiles, botones, mandos de Wii y focos. Dos partidos, el PSdeG y el BNG, proyectaron sus logotipos e imágenes sobre las paredes de dos edificios emblemáticos de la ciudad que, además, son iglesias. Esto no gustó ni al obispado -que reivindica ''unha xusta relación entre Igrexa e Estado'' ni a un sector de la población. Otros, como Xosé Manuel González, se preguntaban si esos edificios no son más que ''paisaxe urbana onde descorren as nosas vidas e andainas'' y, por tanto, patrimonio ciudadano.

Este columnista está totalmente de acuerdo con González y aún va más allá: el espacio urbano debe ser más reivindicado por el ciudadano. Lo que ya no tengo tan claro es si los mismos partidos que ahora hacen campaña van a ser tan laxos y liberales -en el sentido europeo de la palabra- en ese uso de los muros de la ciudad cuando vuelvan a ser Administración.

En el futuro próximo los métodos tradicionales de propaganda y publicidad caerán en desuso. En poco tiempo nadie va a entender que se empapelen paredes con carteles de corta duración porque es un despilfarro, ensucia y estéticamente no encaja. Pero si el problema era la suciedad, supongo que no habrá ningún obstáculo a que artistas urbanos, ciudadanos con ideas o vecinos creativos ensayen nuevos (y limpios) métodos de
aprovechamiento urbano.

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