Paco, Paloma y la mili

HASTA UN PAR de décadas antes de que Aznar suprimiese el servicio militar obligatorio, ir a la mili era en mi aldea como un rito de iniciación para incorporarse a la vida de los adultos. Recuerdo que cuando Antonio do Amenedo regresó de la mili en Ceuta fue recibido por todos los vecinos, salvo Paco. Antonio regresó de África, se decía así, en el autobús que llegaba por la noche con tres viajeros y el correo. Antonio contó y no paró aquella noche que fue toda suya en la taberna. En un momento pidió silencio, sacó del bolsillo una lata de conservas y se dirigió a mi abuelo: «¡Señor José, bonito de Pamplona!» Paco no fue a la mili. Había quienes decían que no figuraba en el registro del ayuntamiento y que por eso no lo llamaron. Había también quienes decían que lo arregló con un abogado de Betanzos, que le llevó luego algunos pleitos por cuestiones de lindes y aguas. Y hay quienes en la taberna sostuvieron que a Paco no le arregló nada el abogado de Betanzos. Más simple: lo dieron por inútil total. Era una forma de expulsarte de la sociedad. Te daban por inútil en la mili y ya solo te quedaba ofrecerte a los santuarios de la comarca y, si había posibles, a alguno próximo a A Coruña o a Lugo, para poder hacer un viaje de un día una vez al año, asistir a todas las misas de la mañana, con viejas y lisiados, y regresar a la aldea con rosquillas de las que venden en los campos de las fiestas de los buenos santuarios. Quien era inútil para la mili quedaba excluido de bailes y otras romerías. Así, Paco tampoco se casó. No se sabe que haya tenido ni conocido moza alguna en su vida. Nadie pudo contar nunca ningún amor suyo. Cuando antes había ferias , bien afeitado y lavado, era el mejor peinado de todos cuantos se acercaban a Curtis. Paco nunca se excedió en el gasto y no consta que haya entrado en el Express a jugar la partida, ni que fuese a la feria de Parga para comer callos. Si tocaba feria vestía la mejor camisa blanca, cuello y puños almidonados, como para la misa cantada de San Roque en los calores del mediodía de agosto. Solo los mozos de Sucastro, que tenían caseros en varias aldeas, podían competir en elegancia con Paco.

Fue el mejor cuidador de rubia gallega de toda la parroquia. Sus vacas, de pelo brillante y bien alimentadas, siempre tuvieron nombres como las personas. Paloma fue una de ellas, algo traviesa, llegaba a alterar el pacífico discurrir de Paco por los pastos, leiras y cunetas de la carretera. Muchas veces, cuando en las tardes de verano las llevaba a pastar por la fresca, hablaba con ellas. A lo lejos se oían a otros que mientras cuidaban el ganado cantaban con voz potente coplas españolas. Eran las canciones que aprendían en los discos dedicados de Radio Popular de Lugo. Germán do Ferro, que era del Barça y se fue unos meses a Bilbao, cantaba muy bien por Antonio Molina. Aquello no era para él, dijo cuando se vino de Bilbao. Nadie mejoró el «Soy minero» por Germán. Si fuese hoy, podría haber ido al programa de Gayoso o incluso a la Una de TVE, que también hace concursos como aquel Desfile de Estrellas que daban por la radio de Franco. El diálogo de Paco con las vacas era personal. Le oí a Paco contar a la Paloma cómo tuvo que pasar una noche solo en la habitación de una pensión de Teixeiro y no logró cerrar ojo. De madrugada, cuando el rojo tiñe el horizonte poco antes de que asome el sol, se vino andando.

Esta semana me encontré con Paco en el centro de salud. Sabes, me dijo, hay más policías en los Juegos de Invierno que soldados tiene el ejército español. Pues así se explica lo que pasa aquí. Todo empezó cuando el servicio militar dejó de ser obligatorio, sentenció. Yo, definitivamente, concluyo que no entiendo ya nada. 

Interino de Fortes

Xabier Fortes, al que alejaron de La Noche en 24 horas cuando media España reía con él, hace ahora directos de los temporales y nos entretiene y alegra con sus crónicas festivofutboleras en la última de El Progreso y Diario de Pontevedra. Mientras Xabier engrasa el ordenador, aquí me tendrá a mí, servidor Carlos Torres, de oficio interino o sustituto en las páginas de la prensa, Yo de fútbol, la verdad, nada sé. El corazón por simpatía de colores, qué quieren que les diga, coincide con el de Xabier Fortes. Pero, ¡viva el Atlético de Madrid! ¡Viva!

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