Olvidados en O Celeiriño

Vecinos de O Celeiriño, subiendo por el Calexón da Cachocha (Foto: José Mª Álvez)
photo_camera Vecinos de O Celeiriño, subiendo por el Calexón da Cachocha (Foto: José Mª Álvez)

El desastre de O Celeiriño, cuatro años después, sigue teniendo muchas caras. Estaban en un primer momento los que vieron cómo sus casas cedían ante el subsuelo hueco, que tuvieron que abandonar el barrio, pero también son damnificados los que se quedaron en él, que se sienten «olvidados» y que tienen en el corte de la calle Atalaya -el principal acceso a las viviendas- un tapón que entorpece sus quehaceres diarios y convierte esta zona en una «ratonera» en caso de producirse alguna emergencia.

Ya hubo varias y en todas los protagonistas eran personas mayores. La ligera ampliación del camino en que desemboca la calle Atalaya en el otro extremo para que pudieran pasar turismos no es suficiente para el paso de las ambulancias, «pasan los coches por milímetros, con los espejos cerrados y aún así se rayan», dice uno de los vecinos, Diego Martínez. Una de las salidas más rápidas del barrio hacia una carretera principal es el Calexón da Cachocha, que no es tanto un callejón sino unas escaleras que desembocan, varios metros más abajo, en la Rúa do Porto.

Los vecinos se las tienen que ingeniar cuando alguien necesita atención médica urgente, porque las ambulancias no pueden acceder al barrio y esperan en alguna calle principal. Una opción es atreverse por las escaleras, como hizo Dolores Villarmeá, que ronda los ochenta: «Saín ás catro da mañá por aí abaixo cunha hemorraxia no nariz», relata. A otra vecina, cuyo estado de salud es muy delicado, la tuvieron que bajar «no aire, un agarrando por diante e outro por detrás», en más de una ocasión, cuentan. También sabe lo que es tener que buscar alternativas Toñita Leal, pues su padre sufrió un amago de infarto «e tuvémolo que baixar collido polos brazos» y no sólo esto, sino que a su madre la tuvieron que trasladar «nunha carretilla».

Son unas 15 familias las que siguen residiendo en esta zona y que se encuentran con estas dificultades no solo en momentos excepcionales, como los citados, sino para tareas tan cotidianas como hacer la compra o recoger la bombona de butano. Tampoco entra el camión de gasoil para las calderas y lo tienen que subir en garrafas, bien a mano o valiéndose de carretillas. «As compras, o gasoil... súbese todo á man», dice Toñita Leal, y José Antonio Martínez añade que una vecina de más edad «chama ó super para que lle traian a compra». «Cando protestei no Concello puxéronme a pan pedir, dicían que as bombonas ben se subían», comenta otro de los afectados. También se encuentran con dificultades los vecinos que realizan obras en sus casas. Uno de ellos dice que le resultó el doble de caro «porque houbo que levar todo en carretillas».

La falta de un acceso para los vehículos es la principal queja de estos celeirenses, pero no la única y critican, por ejemplo, la falta de limpieza en el barrio. «Veñen limpar cada tres ou catro meses», aseguran los vecinos, que además denuncian situaciones «peligrosas» en la calle Tendales por la presencia de una casa deshabitada de la que han caído losas y con un limonero cuyos frutos, o sus restos, yacen sobre el vial, lo que ha provocado algún resbalón con su consiguiente caída y golpe. Lamentan también los continuos atascos en la red de alcantarillado, del que «chegou a saír a caca para arriba».

Lo que más les molesta es la falta de respuesta por parte del Concello después de cuatro años que se les hicieron muy largos. «Viñeron medir cen veces pero non amañaron nada, e xa non imos alí protestar porque non nos fan ningún caso, pasan de nós», aseguran. Lamentan los vecinos que «parece que teña que pasar algo grave para que reaccionen, porque estamos aquí pechados».

Solución

En teoría, la pesadilla de estos vecinos tiene cerca su fin porque según recordó el alcalde, Melchor Roel, está a punto de contratarse un proyecto, dotado con 120.000 euros de la Diputación Provincial, que permitirá reabrir el tramo de la calle Atalaya y mejorar sus servicios. Sin embargo los afectados creen que ya ha pasado demasiado tiempo y dudan de que el problema se vaya a solucionar tan pronto, así que insisten en reclamar otras opciones como abrir accesos alternativos porque «non se pode seguir así».

El primer teniente de alcalde y edil de obras desde las elecciones locales, Bernardo Fraga, que es vecino de Celeiro, llegó a pedir perdón a los afectados por anunciar el inicio de estas obras para octubre, como tenían previsto, y confía en que pronto se puedan realizar para devolver la normalidad a un barrio del que, de momento, no han desaparecido los cascotes.

Los residentes

«Estou nerviosa con esta rúa, teño que subir todo polo calexón»

Dolores Villarmeá / Atalaya, número 42

«Tuven unha fuga no cuarto de baño, hai que cambiar todo, e non me pasa o camión co material; estou por botarlles os refugallos na obra, aínda que me multen. Non me chega a mercancía e teño que subir todo polo calexón, imos en catro anos e non hai dereito. Estou nerviosa con esta rúa», dice. Cuenta además que a su vecina le trajeron el gasoil hasta la carretera de la playa y tuvo que subirlo en garrafas por las escaleras del callejón. «Chegou aquí sen alento».

«Mi mujer se cayó por las escaleras con la niña en el regazo»

Diego Martínez / Atalaya, número 35

«Mi mujer bajaba con la niña en el regazo por las escaleras del callejón, que tienen agujeros, metió el pie en uno y se cayeron. La niña se hizo un esguince en el tobillo pero no denuncié al Concello porque ya no hacen caso. Tendrían que arreglar las escaleras porque cualquier día se mata alguien», comenta este vecino. Añade que prefiere rayar el coche intentando entrar por el único acceso que tienen «porque subir cargado por las escaleras es un reventadero».

«Dános rabia que lles axudaran ós que se foron e a nós non»

Toñita Leal / Tendales, número 5

«Os veciños que se foron están vivindo ben, nós fomos apoialos a eles e eles non viñeron axudar a nada; ninguén se digna a axudarnos», dice una dolida Toñita Leal. «Danos moita rabia que lles axudaran ós outros, que agora están moito mellor en pisos en Covas e en Viveiro e quen nos fastidiamos somos nós», apunta. Añade que cuando pidió una solución en el Concello le dijeron «que non fixera a casa aquí arriba; e eu díxenlles que cada un a fai onde pode».

«Estamos aquí encerrados como se fora un cárcere»

José Antonio Martínez Candieira, número 1

Aunque esté abierta la Atalaya, a la casa de José Antonio Martínez no se accede en coche porque la vía es muy estrecha, a pesar de que dice que todo el terreno de alrededor lo expropió el Concello, y se trata de cabañas abandonadas y fincas sin utilidad. «Levo 20 anos loitando con esto e nada, cando non hai dificultade para abrir unha rúa. Teño denunciado ó Concello e sigo esperando, cando morra xa non fai falta! Estamos encerrados como se fora unha cárcere», lamenta.

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