Obstáculos entrecruzados

ADE1303P2F1.JPG
photo_camera ADE1303P2F1.JPG

Sobre las piedras de Jerusalén como una constante histórica corre la destrucción, la sangre y la muerte. La ciudad no está situada en ningún lugar de especial importancia estratégica, no está en ninguna de las grandes rutas comerciales de la historia ni guarda riquezas como para explicar ese empeño de dominio y de destrucción sobre ella. La historia no aporta una razón material para el levantamiento aquí, en la montaña, de una ciudad con barrancos, con el desierto de Judea como límite , alejada de la costa y sin un río en las inmediaciones, tal como la sitúa Rafael Dezcallar. La importancia de Jerusalén es simbólica. Y es justamente ese simbolismo lo que unas veces se intenta destruir y borrar y otras se quiere recuperar.

La foto del Papa Francisco, ante el Muro, abrazado al rabino Abraham Skorka y al líder musulmán Omar Abuk, sus dos amigos argentinos, es un mensaje positivo a ese simbolismo de la ciudad de Jerusalén, minado con la intransigencia de quienes se creen poseedores de la única verdad que excluye a las demás y a los demás.

Hoy hay otro conflicto más sobre Jerusalén, que se entremezcla con el religioso, y parece de imposible solución. Según avanza el tiempo, más se distancia el horizonte de un acuerdo que dificulte el urbanismo acelerado de Israel, los nuevos asentamientos y la presencia dominante de los ultraortodoxos judíos en la ciudad.

No será fácil resolver el puzzle que supone la soberanía sobre el territorio de la ciudad de Jerusalén, el objetivo de capitalidad que plantean como incuestionable tanto Israel -ya lo es en la práctica- como Palestina, además de la necesidad de garantizar la presencia y el status de las confesiones cristianas y de sus lugares simbólicos. Es la pretensión de las tres religiones del Libro en ese espacio de máxima referencia para cada una de ellas e idénticos objetivos de soberanía y capitalidad para dos estados.

El conflicto político y de soberanía se entremezcla y se alimenta del religioso. De ahí precisamente que se destaque la importancia de esa fotografía con el abrazo del Papa Francisco, un rabino y un líder religioso musulmán en la explanada del Muro, al pie del Monte del Templo, tercer lugar en importancia para los musulmanes, donde se encuentran las mezquitas de la Roca y la de Al Aqsa. A un paso del escenario de esa foto está la Vía Dolorosa, que lleva a los cristianos hasta el Santo Sepulcro.

Siempre que uno, judío o no, creyente o no, llega a la explanada del Muro, la visión impresiona e invita a la contemplación, a mirar el propio espejo interior y al silencio. Creo, como tantos otros, que esto sucede especialmente en la puesta del sol. Jerusalén no es una ciudad bella pero sí es una ciudad de luz singular sobre la piedra blanca, que no se olvida. No sé si el entorno del Muro se puede entender como un espacio numénico (Otto). Lo cierto es que estamos en la mayor concentración o confluencia física, histórica y simbólica de las tres religiones del Libro. Ahí se conserva el Muro del Templo, están las mezquitas de la Roca y Al Aqsa, de aquí partió Mahoma al cielo, tercer lugar sagrado para los musulmanes, aquí iba a sacrificar Abraham a su hijo y, para más simbolismo, en esa plataforma debe estar el Sancta Sanctorum del templo donde se guardaba el Arca de la Alianza, el lugar más sagrado para los judíos, y ahí empezó la vida pública de Jesús, aunque los cristianos no parece que le encuentren especial simbología directa para ellos. Es el centro del monoteísmo o, como afirman otros, el lugar de la tierra que está más próximo al cielo.

Si la paz religiosa se hiciese milagrosamente realidad -tendría que ser un milagro, claro- es muy probable que el acuerdo político y civil en la región avanzase mucho más rápido.

Para el problema político de la capitalidad y la soberanía es difícil vislumbrar solución próxima. Si el conflicto judeo-palestino no presenta bases sólidas para la esperanza, el problema de Jerusalén se agranda y pesa sobre el otro. Jerusalén es un escollo que siempre aparece en las negociaciones. ¿Soberanía compartida, capitalidad para dos estados, renuncia de Israel y Palestina y un status especial internacional para Jerusalén? El muro que se levanta, para el que Israel argumenta razones de seguridad, y que hay que cruzar camino de Belén desde la capital, es una realidad muy alejada de cualquier anuncio de una paz próxima.

Hay además mucho desencuentro entre fanáticos y luchas entre grupos de una misma confesión religiosa. Una muestra está en el intento de incendio que se produjo en la iglesia de la Abadía de la Dormición, próxima al Cenáculo, al poco tiempo de que el Papa Francisco abandonase el lugar, después de oficiar allí una misa.

La tradición cristina sitúa la última cena de Jesús con sus discípulos en ese salón. En ese mismo solar del Cenáculo los judíos colocan la tumba de David. Es un espacio disputado, conflictivo ente judíos y cristianos. Lo comprueba fácilmente el visitante cuando en busca del Cenáculo puede encontrarse con el acceso a una sala donde un judío ortodoxo le invitará a colocarse una kipa para acceder a lo que es un espacio de culto. Desde la azotea se observan las múltiples excavaciones, algo habitual en Jerusalén. Pero aquí, como en los trabajos del Monte del Templo, con mayor simbolismo para los judíos. Hubo quien sostuvo que la cuestión figuraba en la agenda diplomática de la visita del Papa.

La Basílica del Santo Sepulcro es también escenario de los desencuentros religiosos. En este caso, entre confesiones cristianas. Esa realidad de disputa y hostilidad que percibe inmediatamente el visitante, con el añadido de la decoración hortera, puede decepcionar incluso a quien viaje como peregrino. Exige esfuerzo reconocer allí un espacio religioso.

No son anécdotas estas disputas inter e intrarreligiosas. Es la condición histórica de la ciudad. Es, aunque no suene bien a algunos, el espejo de un mal: la carga ideológica y política que impregna con exceso y en excesivas ocasiones las manifestaciones religiosas.

El atentado contra el museo judío en Bruselas, que coincidió en el tiempo con el viaje del Papa, refleja el antisemitismo que avanza por Europa y que echa extensas raíces en España, como lo demostraron los comentarios en la red tras la derrota del Real Madrid ante el Maccabi de Tel Aviv. La violencia y la destrucción no se concentra solo en este escenario de Jerusalén.

(Publicado en la edición impresa el 31 de mayo de 2014)

Comentarios