O Saviñao, paraíso entre dos aguas

Hay lugares que destacan por ser el espacio en el que el hombre quiso dejar su huella marcada, la pegada que lo define como dueño de un territorio. Otros, sin embargo, llaman la atención por su virginidad, parajes en los que la naturaleza impone una barrera entre lo que es suyo y lo que permite ser permutado. Ese contraste hace que en ocasiones surjan curiosas simbiosis, sitios en los que se junta de manera excepcional la majestuosidad de Gaia con el laborioso intelecto humano.

De este modo llegamos a O Saviñao, municipio de la Ribeira Sacra lucense, donde lo natural y lo artificial se dan la mano para presentarnos imágenes realmente asombrosas.

Pero empecemos desde el principio, desde los primeros asentamientos de nuestra especie que comenzaron a poblar las tierras de O Saviñao y que, precisamente hoy, volverán a ser ocupados por unas gentes que honrarán la memoria de sus ancestros, en un ritual diseñado para proteger el alma de los que ya no están y el espíritu de los que lo realizan.

Vilelos, celta

La parroquia de Vilelos celebra hoy su popular Queima das Fachas, una procesión de antorchas hechas exclusivamente con el agucio, arbusto autóctono que lleva sirviendo de lumbre alrededor de tres milenios. Una marcha que se iniciará junto a la Pía das Ánimas conducirá a los portadores de las fachas hasta lo alto del Castro de Vilelos, donde la comitiva realizará un círculo de fuego que servirá de escenario para una celebración tradicional, ambientada con música folclórica y danzas galaicas, todo pensado para no llegar a perder nunca la esencia de su origen.

El fondo mágico de la Queima de Vilelos no debe perderse en ningún momento durante la visita a O Saviñao, que si bien comenzó cronológicamente, continuará de manera espacial, recorriendo una serie de enclaves indispensables para entender la esencia del municipio.

La entrada se realiza por Ponte Mourulle, una enorme estructura metálica que sirve para conectar Taboada y O Saviñao. Ambos se encuentran separados de forma natural por el río Miño, que además de como frontera, sirve a los habitantes de ambos pueblos como marco donde desarrollar sus actividades y a todos los visitantes para contemplar imágenes de difícil catalogación, solo comprendidas una vez los ojos del individuo se han posado sobre las escarpadas laderas de la Garganta del Miño.

Las riberas del Miño presentan una planta atípica, una imagen inédita provocada por las obras en la presa de Belesar, que rebajan el caudal del río a los niveles de agua que poseía hace 48 años. Esta ocasión permite observar de primera mano unos contrastes únicos, en los que la parte hasta ahora sumergida se proyecta a modo de un rocoso desierto, carente de vegetación, en el que todavía se aprecia el esqueleto de los antiguos viñedos, ahogados en 1963 por la mano del hombre. Precisamente ahí se produce el contraste, en la línea marcada por el habitual nivel del río. Hacia abajo, la parte arenosa, que todavía destaca más por el intenso verde de los viñedos, que colorean la mitad superior de la ladera, más aún en estas fechas en las que las uvas esperan impacientes ser recogidas por los viticultores, que se encuentran en plena vendimia.

Quien también llevaba más de cuarenta años bajo el agua es Ponte Fortes, antiguo nexo entre las dos laderas y que se encuentra en perfecto estado de conservación. Ponte Fortes se alza con vanidad unos metros por encima del Miño, recordando el tiempo en el que multitud de pesonas lo recorrían a diario, pero consciente de que su período de esplendor pertenece al pasado, muestra de que Cronos avanza implacable a su paso.

Vestigios todavía más antiguos son la multitud de edificios religiosos que se encuentran dispersos a lo largo de todo el municipio. El románico caló profundamente en O Saviñao, dejando un total de siete templos.

Es la iglesia de San Vitorio de Ribas de Miño la primera que el viajero se encuentra siguiendo el recorrido tras dejar Ponte Mourulle. San Vitorio presenta muchas de las características comunes al estilo que impregna a sus homólogas del municipio. La puerta principal posee un arco de medio punto, con tres arquivoltas sostenidas por columnas de mármol. El edificio actual data del siglo XII, sin embargo ya existen documentos que lo citan en el siglo X.

Prácticamente en el otro extremo del municipio encontramos Santo Estevo, uno de esas construcciones que siempre serán objetivo de la cámara del fotógrafo.

Esta iglesia, joya del románico, se levanta imponente en la ladera de la montaña en profunda comunión con la naturaleza que la rodea. Es un ente integrado con su entorno, con el río como telón de fondo.

Cabo do mundo

El Miño dota de personalidad a O Saviñao, y una de las reprentaciones más impactantes de ello es el mirador de Cabo do Mundo. Este lugar permite observar un impresionante meandro que forma en el río una marcada horquilla, dejando entre el curso del río un fragmento de terreno que parece emerger enérgicamente de entre las aguas del Miño.

A menos de un kilómetro del mirador, y por la parte exterior del meandro, se encuentra la playa fluvial de A Cova. Este arenal es un excelente lugar para pasar un día de descanso con toda la familia.

La playa dispone de un pequeño muelle en el cual se encuentran amarrados botes, pedaletas e, incluso, un catamarán. Lo realmente fascinante de la Playa da Cova es que, una vez más, se puede observar en ella un marcado contraste entre elementos. Basta con hacer un giro de 180 grados para pasar de ver un ambiente playero, con su zona de juegos para niños y su lugar de baño a visualizar la profundidad montañosa, la presencia de la ladera que desciende directamente desde el cielo para crear ese ambiente tan mágico y profundo que solo se percibe en O Saviñao.

EScairón. Escairón es la capital del municipio. Con apenas 1.000 habitantes, es el núcleo de población más grande de O Saviñao, por encima de Currelos. En Escairón se encuentra la Casa do Concello, situada en la plaza de España. Por detrás del edificio del ayuntamiento encontramos la carballeira de A Devesa, un recogido lugar idóneo para disfrutar de una apacible comida, a la sombra en cualquiera de las mesas de su merendero.

El principio del otoño es uno de los momentos idóneos para visitar A Devesa, ya que el continuo crepitar de las bellotas al rebotar contra el suelo complementa el colorido alfombrado, formado por las primeras hojas secas y las propias bellotas.

Así es O Saviñao, la tierra donde los romanos comenzaron a elaborar el oro líquido del Sil.

La gastronomía no iba a faltar en O Saviñao. En la parrillada A Cova, se puede degustar un menú con las especialidades de la casa, las truchas y la codorniz, por solo doce euros (bebida, postre y café incluidos).

Casa Santo Estevo

Lugar tranquilo para dormir y disfrutar de la armonía con la naturaleza. Desde 40 hasta 60 euros la noche, incluyendo el desayuno.

 

 

 
 

 
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