repartir cartas ha sido la vocación de Julio López Somoza desde muy joven. Con sólo 10 años ya ayudaba a su padre a repartir el correo en la parroquia de Gomeán, en O Corgo. «Levábame dúas ou tres horas facer o reparto a pé, polo que empecei a facelo en burro ou en mula». Después del servicio militar obligatorio en Barcelona, Julio volvió a la casa familiar de Marei, donde se dedicó un tiempo a trabajar las tierras y a cuidar el ganado. Sin embargo, « a min gustábame o de levar o correo e non deixei pasar a oportunidade cando se me volveu presentar». Tanto es así que Julio se encargó de la correspondencia de las cerca de 250 casas de las parroquias corguesas de Santalla, Abragán, Escoureda, San Cosme de Manán, Anseán y Marei durante los últimos 31 años.
Las cosas han cambiado mucho en este tiempo para un cartero rural. «Antes éramos as persoas de confianza do pobo. Levábamos as boas noticias e tamén as malas, e incluso o diñeiro das pensións ós maiores. De mozo, eu tamén me ocupaba de achegar o pan ós veciños que o encargaban e, a cambio, o panadeiro dábame seis pesetas», recuerda Julio con cierta nostalgia. Y es que con la generalización de los ordenadores y los teléfonos móviles, las cartas quedaron relegadas a un segundo plano. «Nos últimos anos todo eran cartas de Facenda, facturas e multas», asegura.
Julio defiende el «encanto» de las cartas, aunque reconoce que su llegada al destino no está libre de complicaciones. «Moitas veces veñen con nomes ou direccións equivocadas», pero ahí también los carteros juegan un papel fundamental. «Ó coñecer ós veciños resulta máis doado, e senón imos preguntando ata chegar á casa en cuestión», explica.
Después de tres décadas de cartero rural, Julio López acaba de dejar su puesto por jubilación. «Vouno a botar moito de menos pero tamén merezo un descanso». Además, lo anima el hecho de no perder el contacto con los vecinos, «xa como da familia», ya que permanecerá en su casa de Marei donde la pasión familiar queda clara con sólo echar un vistazo a su cuidado buzón.
