''Nunca hay prisa, la gente vive con mucha parsimonia''

Sabela Insua, junto a una cruz celta.
photo_camera Sabela Insua, junto a una cruz celta.

Chairega criada en Viveiro y licenciada en Ciencias del Mar, Sabela Insua disfuta de una beca en la capital de Irlanda del Norte, Belfast, una ciudad que vive el día a día con un pulso relajado y cuyo conflicto político apenas se deja notar a los ojos de un extranjero.

Nació en Vilalba , pero se crió en la costa y quizás debido a esa influencia, «todo o relacionado coa xestión do litoral interésame», reconoce Sabela Insua, licenciada en Ciencias del Mar. Ahora -tras completar su formación con un Máster en Gestión del Desarrollo Sostenible, un año de prácticas en el Instituto de Investigaciones Marinas y múltiples cursos- realiza una estancia en la isla esmeralda con una de las becas que ofrece la Diputación. Trabaja como auxiliar de laboratorio con un grupo de investigación de la Universidad de Queen’s, en Belfast.

Sabela está involucrada en el desarrollo de un plan de gestión para un ‘lough’ próximo a la ciudad. «Os loughs aquí serían o equivalente ás nosas rías», explica. También trabaja en un centro de investigación marina que depende del gobierno. «Axudo un pouco en todo: mostraxes, análise química, tratamento de datos», dice.

Su estancia le está resultando provechosa y agradable, en gran parte gracias al carácter de los locales. «Estou moi contenta, todo o mundo está pendiente de que aprenda, de que o que faga me guste e me interese e, ó mesmo tempo, son moi agradecidos e moi positivos nas súas valoracións». Cuenta Sabela que esta actitud le llamó poderosamente la atención: «Onde nos diríamos ‘está ben’, ‘estou dacordo’, eles din ‘great idea!, ‘fantastic!, you are very good!’ e cousas así», aclara. «A xente é incriblemente amable: non só é educada, senón que está sempre disposta a axudar», señala.

En Belfast se ha encontrado un paisaje y un clima muy similares a los lucenses, y una rutina calmada. «Nunca hai présa para nada, a xente espera, pasea, traballa cunha parsimonia tremenda; a min iso encántame, compensa o meu carácter naturalmente nervioso», reconoce. Esa tranquilidad, asegura, se traslada a las carreteras. «A forma de conducir non é nada agresiva. Cédese o paso aos peóns e se un coche se para no medio da estrada, ninguén pita». Por esa razón, dice, las calles son mucho menos ruidosas que en España «e pasear é moito máis agradable».

También en el trabajo la actividad fluye sin estridencias. Para empezar, no le exigen que entre a una hora fija, sino cuando mejor le convenga -lo hace sobre las ocho o las nueve de la mañana-; y la jornada incluye dos pausas para el café además del descanso para comer. Luego sale entre cinco y seis.

A juzgar por la experiencia de Sabela, también queda lejos la tensión política que ocupó tantas portadas hace años. En la actualidad, el tema está «a grandes rasgos, bastante normalizado; de vez en cando tiran un cóctel molotov, pero a cidade segue o seu ritmo». Eso no quita que las diferencias continúen. «Os católicos viven en barrios católicos, van a colexios católicos e teñen amigos católicos e os protestantes, o mesmo», explica. La tensión sí aflora a veces en partidos de fútbol o «macro-botellóns como o día de San Patricio» y da lugar «a liortas entre bébedos».

Sabela no notó reticencias a hablar de la cuestión política, al menos con ella, en calidad de extranjera. Matiza, sin embargo, que la gente de su entorno es en su mayoría católica y republicana, de modo que la visión que se le ha trasladado no es objetiva.

A parte de esa historia reciente se le ha dado un tinte turístico. Los taxis de Belfast ofrecen rutas guiadas a lo largo del muro de la paz, una enorme pared que separa los barrios católico y protestante de Falls y Shankill. Esta actividad «non repercute neles, seguen sendo barrios de clase baixa e tampouco atopei tendas para turistas», explica Sabela, que tiene la impresión de que «a xente míraos con bastante indiferencia» y que hay quien encuentra «insultante que os turistas visiten como se tal cousa os cementerios ou as homenaxes aos seus mortos», aunque esta postura nunca la ha oído directamente.

Para alguien que no esté interesado en los pubs ni en el conflicto político, Sabela recomienda alquilar un coche -otra sugerencia útil, al margen de intereses, es llevar adaptador para enchufes- y visitar la isla. De entre todos los lugares, apunta la «archiconocida Calzada do Xigante» como visita inexcusable. Y en Belfast, sugiere el Ulster Museum para conocer la historia local y el mercado de San George, «unha tentación tras doutra para tragóns e curiosos», resume.

HÁBITOS
«O ocio é o mellor e o peor dos irlandeses»

Asegura Sabela que lo mejor y lo peor de los irlandeses se aprecia en el ocio y, sobre todo, en los pubs, «o centro da vida social» en Irlanda. Ese papel se nota «na vida e movemento que teñen, na diversidade de idades da xente, na variedade de música», detalla. Y Belfast tiene, dice, magníficos ejemplos, lugares «onde atoparte con amigos para charlar» -a un volumen mucho más bajo de lo que suele usarse en España- y escuchar música en directo a una hora temprana, alrededor de las cinco o seis de la tarde, una ventaja para madrugadores como ella.

Pero a su vez, en esos lugares «tamén se mostra o peor, o que eu chamo a cultura do alcohol, o hábito de sentarse nun pub a beber pintas de cervexa unha detrás de outra, iso si, con moita tranquilidade, ata embebedarse», narra Sabela. Un hábito que ha dado pie al tópico del irlandés borracho, que para ella, «está demasiado asumido». Los pubs cierran a la una y mucha gente continúa la fiesta en casa, pero siempre acaban antes de lo que es habitual en España.

Mucha comida precocinada
Sabela ve en la comida su mayor problema, aunque lo lleva bien porque «nos supermercados pódese atopar de todo». La oferta de precocinados es «alucinante», dice, pero, «pola contra, os alimentos sen elaborar son máis difíciles de atopar, aínda que máis baratos en comparación». A ella le choca la dificultad para conseguir pescado, dado que es una isla, «Para compralo hai que ir ao mercado os sábados», cuenta.

Sabela tiene la impresión de que «o acceso ao traballo é máis fácil» en Irlanda del Norte. La universidad es muy cara y hay pocas ayudas y eso cuenta para que «os licenciados gocen de maior prestixio e mellor soldo que en España». Pero la mayor diferencia es la flexibilidad. «Hai moitos traballadores por horas, a tempo partido, media semana, todas as opcións imaxinables», dice.

Precios más caros
En cuanto a precios, «para un español é todo caro» y a Sabela le llama especialmente la atención los precios de la peluquería. Hasta 65 euros al cambio por cortar y peinar.

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