Nueve años que ya son 25

Prueba de un avión no tripulado en Rozas
photo_camera Prueba de un avión no tripulado en Rozas

CUANDO SE cumplían dos años del hundimiento del Prestige, el 7 de noviembre de 2004, en la página 4 de este diario escribí un ladillo que decía, literalmente: «No se acabará en el 2008». Me refería a la A-8. No hacía falta mucha clarividencia para predecir tal cosa, porque ya entonces los plazos que se daban eran claramente irrealizables. La información incluía un cuadro en el que se recogía que los dos tramos más complicados, los que salvaban la transición de la meseta de Lugo a la costa, ni tenían encargada la redacción del proyecto de construcción. Este lunes, más de nueve años después de esa información y seis después de los plazos fijados entonces, esos dos tramos serán inaugurados y por fin podremos circular por toda la parte de Lugo de esa autovía del Cantábrico.

Esa autovía es un perfecto compendio de lo que ha ocurrido con las obras públicas en este país en los últimos años. Lo de los retrasos es solo una parte, la más visible. Ese plazo de 2008 estaba fijado en aquel famoso Plan Galicia, consecuencia, precisamente, de aquel hundimiento y aquella marea negra de los que nadie tuvo la culpa (la Justicia dixit). En ese 2004, el PP, inesperadamente apartado de La Moncloa, había arrancado de la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, la promesa de que esa autovía se iba a terminar «en el horizonte del año 2008».

Nadie cayó en la cuenta de que el horizonte es inalcanzable, por mucho que vayas hacia él. Y, efectivamente, el horizonte se movió: 2008, 2011... 2014. Y que conste que solo me refiero a la parte gallega, porque la autovía aún tiene un par de tramos pendientes entre Asturias y Cantabria.

La A-8 también es un símbolo de imprevisión. Tardas una eternidad en encargar un proyecto, con sus correspondientes estudios técnicos, y cuando empiezas a hacer la obra, se te viene abajo de manera inesperada un talud; inesperada, pero no imprevisible.

Pero la improvisación ya venía de atrás. Y la politización, otro rasgo de la obra, también. La primera piedra del primer tramo gallego, el de Ribadeo a Reinante, fue colocada el 3 de marzo de 2004, once días antes de las elecciones generales. Y como había tanta prisa, la inauguración se llevó a cabo... sin tener adjudicada la supervisión técnica de la obra.

Sospecho que a muchos todo eso les dio igual, porque lo importante es que finalmente se haya hecho una vía de alta capacidad que hace un cuarto de siglo ni siquiera estaba prevista. Estos días, Javier Rivera evocaba el Pacto de las Bufandas de 1988, cuando los alcaldes gallegos se unieron para reclamar que la A-8 no se quedara en Ribadeo. Pero, al fin, este lunes, en Lugo habrá una tercera autovía completa por la que circular.

La finalización de la A-8 seguirá dándonos titulares, eso sí: la añoraremos cuando no tire de las inversiones en Lugo en los Presupuestos del Estado. El diputado popular lucense Joaquín García Díez recordaba en Twitter el jueves algo muy importante, que es «tener claras las prioridades», y anunciaba que «ahora le llega el turno a la autovía Lugo-Santiago». Esperemos.

Ese día, en la web de este diario, alguien abogaba por aprovechar la A-8 para promocionar Lugo en la cornisa cantábrica. También ese día, yo le comentaba a alguien que ahora As Catedrais queda más cerca del resto de Galicia, y me replicaba: «Qué bien, ahora será más fácil hacer escapaditas a Oviedo y Gijón». Es lo malo de las autovías: acercan y a la vez alejan. Pero, aunque solo sea por evitar las puñeteras curvas de la bajada / subida de la zona de A Xesta, bienvenida seas, A-8.

POSDATA. En una provincia líder en economía sumergida, no es de extrañar que surjan casos como el Pokemon o el Campeón. Casi parecen inevitables.

Age suscita un debate metafísico sobre los drones que usan Rozas

NO ES FÁCIL predecir por dónde va a soplar el viento en internet. La noticia más comentada del jueves en nuestra web fue la rueda de prensa de Age sobre los drones que se están probando en el aeródromo de Rozas. Ramón Vázquez y sus compañeros fueron acusados de oponerse al desarrollo industrial de Lugo. Es decir: a los ciberusuarios les da igual el aviso de que esos drones pueden llegar a ser usados para matar gente, incluidas víctimas inocentes. Nadie les reprochó nada sobre la insinuación de que el ministro de Defensa pueda tener intereses económicos lejanos en el tema.

Lo importante es que haya empresas, venían a decir los internautas. Es un debate casi metafísico: trabajo o muerte, empleo o medio ambiente, empresas o ética política...

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