"Non me irei de aquí. Arranxarei unha miguiña de casa para quedarme"

Luis Vázquez, el vecino de Guntín al que le ardió su vivienda el miércoles, pretende rehabilitar una pequeña parte de la construcción para continuar viviendo en su "lugar de toda a vida"

«Non me irei de aquí. Arranxarei unha miguiña do que quedou de casa para poder quedarme», decía el jueves Luis Vázquez Vázquez, el septuagenario de la aldea guntinesa de O Pereiro que la noche del miércoles veía como un voraz incendio calcinaba por completo la casa familiar en la que residía.

La vivienda es en sí misma un ejemplo gráfico de la crisis demográfica que sufre el rural. Una enorme propiedad de finales del siglo XIX, que durante décadas albergó a miembros de varias generaciones de una misma familia, pero que ahora solo estaba habitada por este septuagenario, «porque todos os seus irmáns foron falecendo», explicaba uno de sus vecinos.

Con una casa que, en su conjunto, debe superar los 300 metros cuadrados, el día a día de su único residente se desenvolvía en los apenas 80 de la parte más nueva, «unha ampliación que se debeu facer na década dos 60», que precisamente fue la que resultó más dañada por las llamas.

En la planta baja de esta parte de la vivienda estaba la cocina económica, la misma que Luis dejó encendida a última hora de la tarde del miércoles cuando se marchó a jugar la partida a casa de unos vecinos, que ayer permanecía prácticamente oculta bajo los escombros. En la superior, su dormitorio, cuya existencia solo se podía intuir porque tanto el piso como la cubierta, de estructura de madera, desaparecieron totalmente a consecuencia de las llamas.

«Perdín practicamente todo. Os poucos cartos que tiña na casa, toda a documentación, o calzado e algo de roupa», indicaba Luis. «A única sorte foi que a maior parte da roupa gardábaa nunha habitación na parte máis vella e, precisamente, esa foi a zona que menos ardeu», explicaba el hombre que, no obstante, antepone las pérdidas sentimentales a las materiales. «O que máis me doeu que se queimara foi un retrato de cando eu era un cativo e no que estaba xunto a meus pais e meus irmáns», lamentaba.

Luis, que lleva 12 años jubilado, «dende os 58», tampoco tenía en la actualidad más animales que un «canciño», que ayer deambulaba por la propiedad, desconcertado por el olor a quemado de los escombros aún humeantes y por el anormal número de personas, entre conocidos y desconocidos, que habían ido a interesarse y solidarizarse con su dueño.

Aunque abatido por lo sucedido, Luis no quería oír nada relacionado con irse a vivir a otro lugar. «Dixéronme a posibilidade de adxudicarme unha vivenda social en Lugo ou un bono de aluguer en Guntín, pero eu quero quedar», decía ayer, mientras se asomaba al umbral de lo que había sido su casa y con el dedo señalaba en diminutivo la distribución de lo único que necesita para vivir, «por ese lado, que é donde está a mellor parede, unha habitación para durmir, unha cociniña, un pequeniño cuarto de baño e listo».

Conseguir ese modesto sueño parece que no resultará difícil. Desde el primer momento todos los vecinos y familiares se han volcado con Luis, «porque é un bo home», y todos se muestran dispuestos a echar una mano. De momento, mientras duren las obras, Luis explicó que seguirá durmiendo en casa de un primo suyo, Antonio, en el núcleo de Trastulfe, no muy lejos de allí.

Chimenea. Las primeras hipótesis apuntan a que el fuego que destruyó esta casa de O Pereiro se debió de originar en la chimenea. El hombre había dejado la cocina encendida para calentar la vivienda y se fue a jugar la partida a casa de unos vecinos. Se alertaron cuando oyeron ladrar los perros de forma anormal y al salir a ver lo que pasaba, ya vieron las casa totalmente envuelta en llamas.

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