Nombres franquistas

LA RETIRADA de nombres vinculados al franquismo del callejero de Lugo llega 35 años después de la aprobación de la actual Constitución y 38 años después de la muerte del dictador. No debió verse como una prioridad en tres décadas y media. Se entiende la desaparición de símbolos de exaltación del régimen franquista o de nombres de personas implicadas directa y activamente en la contienda civil. Su exclusión será comprensible incluso por quienes formasen parte del llamado «franquismo sociológico». En todo caso, sería deseable no caer en excesos de limpieza histórico política. ¿Se condena, 38 años después de la muerte del dictador, al ostracismo histórico a todos los que juraron «los principios del movimiento nacional» para ejercer una profesión? Puede mantenerse que no es ninguna concesión al franquismo, diferenciar entre aquellos nombres relacionados de forma activa con crímenes o acciones de sangre y quienes únicamente participaron civilmente con el régimen. Adolfo Suárez es ejemplo de que sería injusta una limpieza histórica con una visión sin matices. Suárez pasó de ser el secretario general del partido único a ejecutor de su liquidación, a artífice de primera línea en el proceso que lleva a la Constitución de 1978, a legalizar el PCE y a elecciones libres. De ahí, como con otras personas que evolucionaron desde el propio régimen, la necesidad de matices. Cuando ya hay que explicar quiénes eran y qué vinculación tuvieron con el franquismo algunos de los nombres, podrá decirse que, reconocidas y honradas las víctimas de la persecución política e ideológica, es tiempo ya de que la memoria de la guerra civil, de los precedentes del golpe de Estado y del régimen que le siguió sea tarea de los historiadores. La responsabilidad política fundamental es que nunca más haya riesgo de enfrentamiento civil y nunca más se cuestione la libertad ciudadana.

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