Lleva siete años en Filipinas y ya está acostumbrándose a los tifones y huracanes, pero ninguno como Haiyan. Celia Fociños es la madre superiora de la congregación de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados en Manila, en una casa que acoge a mayores. El tifón no llegó allí y, por lo tanto, no fue testigo de esta tragedia, pero sí percibió que el viento soplaba excesivamente fuerte.
celia fociños pampín es una de los pocos gallegos que se encuentran en Filipinas. Nacida en Agolada, una localidad pontevedresa vecina de la comarca de A Ulloa, esta monja de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados es la única religiosa de la diócesis de Lugo que vive en el archipiélago. Tras siete años en Manila, dirige ahora, como madre superiora, el asilo que lleva el nombre de la fundadora, Santa Teresa Jornet, y que da acogida a 75 ancianas.
¿Cómo vivió el tifón desde Manila?
Toda Filipinas estaba en alerta sobre el tifón y se evacuaba a gente de la periferia en las ciudades hacia el centro pero nadie esperaba que fuese de las dimensiones que fue. En Manila, no afectó, solo hubo mucha lluvia y viento, pero nada comparado con las islas del Sur, sobre todo Leyte, donde su capital, Tacloban, ha quedado prácticamente destruida.
¿Qué hacía cuando vino el tifón?
El momento más fuerte de viento y lluvia comenzó a las dos de la madrugada del sábado y estábamos descansando. Pero de dormir, nada, por la fuerza y los silbidos del viento. Además había que estar alerta por si la cosa tomaba más fuerza.
¿Pasó miedo en algún momento?
Tanto como miedo no, pero sí mucha preocupación y tensión viendo cómo se iban sucediendo los hechos.
