''No estás preparado para ver a diez niños morirse en una sola mañana''

Sabía a lo que iba. Estaba preparado para lo que se podía encontrar y esperaba lo peor pero no contaba con ver que, en una mañana, se morían diez niños de hambre sin poder hacer nada.

«No puedes estar preparado para eso, como tampoco lo estás para ver cómo se estigmatiza a las familias que tienen un miembro con sida, cómo se tienen que marchar para evitar ser repudiadas», señala Manuel Veiga, cooperante en El Chad, en 2006, por Cruz Roja.

Este enfermero, destinado en quirófanos en el Hula, se fue al campo de refugiados sudaneses de Trejine, en El Chad. La población huía de la guerra en su país y llegaba a El Chad con un alto índice de desnutrición. «Estaba en un centro nutricional. Atendíamos a 40.000 personas y había 800 niños con desnutrición severa», recuerda.

Estuvo nueve meses en el campo de refugiados y, además, de ocuparse de la nutrición, también puso en marcha un programa de higiene personal y otro contra el sida. «Había una alta incidencia de sida, desnutrición y malaria», cuenta.

Pese a que las circunstancias eran difíciles, aprendió que ser feliz cuesta poco. «Ves que, con 100 euros, puedes comprar allí cinco o diez cubos para bañar a los niños, así como toallas y jabón y, de esta forma, bajar el porcentaje de diarreas de un 80 a un 40 por ciento. Ves que con pequeños detalles, cometes grandes acciones», dice.

Conoció también la capacidad para sobreponerse de la adversidad que tenía gente sin nacionalidad, ni familia, ni amigos, fuera de su entorno y en pleno desierto. «Esto hay que verlo para creerlo», afirma.

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