NECROLÓGICA ► Gloria

Flores en un cementerio. PIXABAY
photo_camera Flores en un cementerio. PIXABAY

La muerte siempre es traumática. Pero cuando alguien se muere tras haber doblado airosamente el cabo de los noventa años, entonces se amortiguan en buena medida los sentimientos oscuros que el luctuoso suceso provoca. Perdóneseme la aparente frivolidad, pero eso más que morirse es salir de la vida por la puerta grande. Y Gloria fue uno de esos casos privilegiados. Baste decir que celebró su noventa cumpleaños visitando Venecia y los noventa y uno en Florencia, resistiendo el cansancio viajero bastante mejor que sus mucho más jóvenes acompañantes.

Era una mujer que llamaba la atención por su impecable presencia, con insólitos rasgos juveniles que casaban a las mil maravillas con un aspecto físico que aparentaba veinte años menos de los que en realidad tenía. A su elegancia se unía una agilidad de cuerpo y mente y un ánimo que impedían asociarla a la vejez por más que se conociese su edad. La recuerdo bañándose en la playa de Llas o, hasta hace bien poco, en la piscina de Santa Mariña, cuando yo tiritaba de frio. O, ya octogenaria, resistiendo garbosamente la altitud de Cuzco y el exigente recorrido por Machu Picchu . Otra imagen que me queda de ella es la de ávida lectora del periódico, con especial atención a la política nacional, lo que habla bien a las claras de la curiosidad atenta y despierta de su mente, conservada hasta los últimos días.

Un papel fundamental de Gloria fue convertirse en el centro gravitatorio de su familia, primero con su marido, Totón Gasalla, y, ya viuda, en solitario. Como a un acogedor imán, a ella acudían Irene, Maca, Juanjo, Goyi y Pedro, es decir, sus hijos. Y también Pablo, Xan y Gloria, o sea, sus nietos. Y, por supuesto, cualquier persona con la que tuviese una relación de parentesco o amistad. Una suerte haberla conocido y tratado.

Queda un vacío. Grande por la calidad y la personalidad de quien se ha ido. Pero con el fundamental consuelo de que su vida fue longeva y plena. No se puede pedir más. Vayan estas torpes y apresuradas líneas en su memoria. 

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