NCG es ahora cosa de tres

ADE1902P32F1.JPG
photo_camera ADE1902P32F1.JPG

EL GALLEGO no ahorra, atesora. Lo dice, de forma muy gráfica recurriendo a la hipérbole, el catedrático Fernando González Laxe para cincelar el perfil propio del común de los clientes bancarios en esta comunidad. Y algo que pone todavía más en valor tal afirmación es que el expresidente de la Xunta lo explica con cierta distancia de la batalla de despachos y reservados que se libra en estos momentos en torno a NCG Banco, tan denostado pero tan pretendido a la vez. ¿Por qué? Cuando José María Castellano aterriza en Rúa Nova, a mediados de 2011, lo hace sobre un polvorín que había estallado, el de la malograda fusión de las cajas, y en medio de una crisis financiera inédita, pero el ejecutivo coruñés sabía muy bien, después de tantos golpes, qué partes de la entidad mantenían todavía la musculatura de siempre. Y no hacía falta salir de Galicia.

Con cierta incomodidad debido a las tensiones con el Fondo de Reestructuración Ordenada de la Banca (FROB), que controla el capital de NCG, Castellano fue desbrozando números y números hasta dar con la esencia, esa que resulta ahora tan pretendida por los grandes bancos nacionales y los fondos extranjeros. Las imposiciones de Bruselas para salvar la entidad no hicieron más que sacar brillo al banco ante los posibles candidatos a su compra: al saneamiento se incorporaba la limitación a su territorio, el fin de la cartera industrial y todos los riesgos contraídos con las participadas, que eran muchos, y el abandono definitivo del ladrillo. ¿Resultado?

Al 40% de cuota en Galicia, NCG suma 2,9 millones de clientes, una morosidad media en las hipotecas a las familias en esta comunidad de un exiguo 1,7%, veinte años de fidelidad media y una red que tiene como clientes, además, a ocho de cada diez empresas gallegas. Pero todavía hay más. Castellano es consciente del valor del mercado gallego solo con revisar el balance: Galicia tiene para NCG un excedente de prácticamente 12.000 millones de depósitos sobre créditos. Es decir, por cada tres euros en depósitos que recibe, presta algo más de uno y medio. Es un gap justo a la inversa de lo que le sucede en el resto de España, en la división inmobiliaria o el mercado mayorista, todos con desequilibrios en sus balances si individualizamos cada área de negocio. Cuando llega Castellano, NCG prestaba en Galicia 16.000 millones de euros en créditos, frente a los que respondía con 27.850 millones en depósitos también recibidos de los gallegos. Esa es una de las grandes claves de esta historia, que ayuda a entender las apetencias de los grandes bancos.

Y todo esto lo saben muy bien los Fainé, Francisco González y Botín de turno. También los norteamericanos de Guggenheim, a los que se suman fondos buitre de última hora. Prácticamente descartados Popular y Unicaja, con otras intenciones a la hora de solicitar el cuaderno de venta, la subasta de NCG parece cosa de tres. Y conviene repasar quiénes son los más interesados y cómo llegan a esta subasta, porque de ella dependerá la reordenación del mapa bancario nacional. Porque a la venta de NCG seguirá la de Catalunya Caixa. Y es allí, en Cataluña, donde BBVA le ha ganado la partida al Santander con la compra de Unnim (nacida de la fusión de las cajas de Terrasa, Sabadell y Manlleu), y donde más interés parece tener el banco de Botín, ayudas de por medio. Con esa prioridad, Galicia parece alejarse de las apetencias del banquero cántabro.

Mientas, Isidre Fainé, en gran medida por las duplicidades que generaría, quiere distanciarse a toda costa de la opción política que plantea la Generalitat: una solución en clave de país (ya sea Caixabank o Sabadell) para Catalunya Caixa. Y eso le trae a Galicia, donde ha puesto todo su interés. Con la compra de NCG, la entidad de la Diagonal dispararía su liderazgo en banca minorista en España a gran distancia de Santander y BBVA. Esa es otra clave. Como un puzzle, las piezas van encajando. Al menos para los grandes. Ahora, queda descubrir las cartas de una vez por todas.

Todo este escenario, y el más que hipotético rechazo que se encontrarían en Galicia, lo tienen muy calculado los grandes bancos, sin duda dispuestos a aprovechar cualquier muestra de debilidad por parte del actual presidente de NCG, José María Castellano. Por eso envolverán su oferta de una galleguidad de fariseo, con sede, marca, consejo de administración y muchas cosas más en Galicia con tal de hacerse con la pieza. Frente a ellos, el cheque en blanco al fondo Guggenheim, que está ahí pero del que apenas nada se sabe más allá de un compromiso de permanencia de cinco años. Y cinco años, con esto de la crisis, no es nada. Caste tiene todo eso y algo más, quizá, en contra.

El naval gallego comienza a perder pie

LA ESPERA se está haciendo muy larga. Y, mientras tanto, nada bueno sucede en el naval gallego. Quizá, por poner un contrapunto, como demostración empírica de que redimensionando estructuras empresariales y especializándose se puede salir adelante, haya que irse hasta Southampton, donde el astillero vigués Freire ha hecho entrega esta misma semana de un buque oceanográfico para Reino Unido. Frente a esa pica, el tumulto vuelve a las calles de Ferrolterra, con Navantia como epicentro del seísmo, justo también la misma semana en que el presidente de la SEPI, el holding que aglutina los astilleros públicos, ha dado la voz de alarma, al asegurar que la situación patrimonial del grupo estatal es poco menos que insostenible.

Ramón Aguirrre, un antiguo hombre de Rodrigo Rato repescado por Rajoy para poner orden en las empresas públicas, habla de un nuevo modelo y de financiación adicional para Navantia el próximo año. Con sus más de 5.000 empleados, el grupo naval tiene una deuda de 3.200 millones de euros, contraída prácticamente en su integridad con el Estado (Ministerio de Industria), y sus pérdidas se duplicaron el año pasado, hasta situar su resultado de explotación, el derivado de su negocio, en unos números rojos de 133 millones. Y, mientras, Navantia espera y también lo hace Barreras. Por esos contratos prometidos con Pemex para los floteles que no acaban de llegar. Lo último, tendrán que competir con otros nueve candidatos para hacerse con la licitación pública. Y sus rivales son casi todos mexicanos. Un más difícil todavía que pone a prueba los anclajes políticos de la operación. 

AGUSTÍN HERNÁNDEZ ♦ La casi nula licitación pública, otro triste espejo de la crisis

SER ministro o conselleiro de Fomento u Obras Públicas en épocas de bonanza resulta mucho más agradecido que en un momento como el actual. Menos obras, menos cintas que cortar y, por ende, menos réditos, en este caso electorales. Lo sabe Agustín Hernández, que ve cómo los datos de licitación de obra pública se desploman en Galicia, con una caída superior al 60% sobre los nueve primeros meses del año pasado. Si acusado es el retroceso de las obras adjudicadas por la Administración central, que prácticamente ha cortado el grifo en seco a nuevas inversiones, las cifras de la Xunta, a decir por los datos de la patronal de la construcción, tienen truco. Y es que del incremento de la contratación hasta los 149 millones, solo una obra, el nuevo complejo hospitalario de Ourense, se lleva casi la mitad. Y ante el escenario de deuda, Hernández sabe además que se acabó lo de los peajes en sombra, esa alternativa financiera también con truco.

JUAN LUIS ARREGUI ♦ Ence, una apuesta por la continuidad que traerá polémica

ENCE está fuerte. Su presidente, Juan Luis Arregui, acostumbrado a mil batallas empresariales de toda índole, sabe desde hace años que la solución para la continuidad del complejo papelero en Lourizán estaba muy lejos de Santiago. Incluso cuando le planteó al bipartito una alianza con empresarios gallegos a cambio de cientos de megavatios eólicos para trasladar la pastera. Y ahora se consuma lo que la compañía ya había deslizado hace semanas en sus planes ante la autoridad bursátil. Madrid es la solución. La nueva Ley de Costas diseñada por Arias Cañete encaja como un guante en sus intenciones de no mover la fábrica y prolongar su permanencia hasta mucho más allá del 2018. Ahora la cosa, las concesiones, se entiende, irán de 75 en 75 años. Arregui da la batalla por ganada, y habla ya de nuevas inversiones en la Ría de Pontevedra. Habrá lío.

Comentarios