Muchos granos de arena para el Lugo

LA PRIMERA fase de la campaña de captación de accionistas para la conversión del CD Lugo en Sociedad Anónima Deportiva se cierra el jueves a mediodía. La mayoría de los socios, únicos con derecho a compra en este tramo inicial, optan por hacerse con un paquete de 77 acciones, por valor de 770 euros, que incluye el abono de dos temporadas. Este tope es el resultado de dividir los 3.031.490 euros por los casi 3.800 socios del club.

La cantidad recaudada no invita al optimismo, pero lo que se echa de menos es una mayor participación de la masa social. Vivimos tiempos difíciles, pero nunca antes fue tan importante colaborar. No se trata de hacer grandes desembolsos. Basta con la compra testimonial de una, cinco o diez acciones. Es vital que el club sienta el empuje de sus socios y, en la tercera y última fase, por aquellos lucenses que le quieran expresar su apoyo, aunque sea de forma simbólica. Este respaldo es tan indispensable como la entrada de empresas y de accionistas mayoritarios. Constituye un modo de asegurar la continuidad del proyecto, de fomentar la influencia de la afición y de devolverle al CD Lugo las grandes alegrías que nos está dando en los últimos años.

Ser accionista del club de fútbol no da réditos, pero hace ciudad. El CD Lugo es una empresa privada, de casi 40 empleados. A su notable volumen de facturación se suma el retorno económico que genera para la provincia. Recalco lo de empresa privada, porque el sostenimiento de los equipos de fútbol profesional con instituciones públicas como accionistas mayoritarios no tiene sentido, y menos en una etapa en la que las administraciones no están para tirar fuegos de artificio y deben invertir el dinero en otras cosas. Sería triste que se repitiese la imagen de la conversión del SAD del Breogán, con una movilización en masa para suplicar que la Diputación tomase las riendas económicas.

Son los aficionados quienes deben aportar su grano de arena para hacer viable esta oportunidad que viven Lugo y su club de fútbol. La obligación de las instituciones debe limitarse a ayudar en el ámbito de competencias. Resulta vergonzoso que un equipo de Segunda peregrine de campo en campo para entrenar o que el cambio de césped natural a artificial genere lesiones. El Ayuntamiento haría bien en recuperar el destrozado campo de O Ceao para cederlo al club para sus entrenamientos. ¡Qué lejos quedan las promesas de Notario y Cacharro en 1992, año del anterior ascenso, sobre la construcción de una ciudad deportiva junto al Pazo de Feiras!

La Xunta, propietaria del Ángel Carro, estudia la ampliación de las gradas de general para que la capacidad del recinto no se quede pequeña. Es una petición justa y adaptada a las necesidades actuales. No se trata de soñar con un nuevo campo como el de San Lázaro, en Santiago, o los Pasarón y A Malata, en Pontevedra y Ferrol, estos últimos con capacidad para 12.000 espectadores.

No solo se vive del éxito deportivo y es ahora cuando al CD Lugo le llega la hora de la verdad para consolidar un futuro que pasa por varios frentes.

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