¡Muchas felicidades, papá!

Isidoro Rodríguez celebrará el lunes su cuarto Día del Padre sabiendo que Josué, su hijo adoptivo, natural de El Salvador, se ha afanado en encontrar el mejor regalo para su «papito». El presidente de la asociación cultural María Castaña ha formado una familia monoparental con la que Josué está más que satisfecho: «En casa somos tres chicos: mi padre, el perro y yo», bromea. El pequeño mira a Isidoro y sonríen. Ambos están felices: lo reflejan sus rostros.

Isidoro recuerda, echando la vista atrás, que para llegar hasta aquí pasó por «catro anos de embarazo». En su caso, además de enfrentarse al largo proceso que conlleva una adopción internacional, lo hizo también al hándicap de ser hombre y no tener pareja. «Na cabeza das autoridades de El Salvador non tiña cabida a idea de que un home puidera facerse cargo da manutención e dos coidados dun neno», recuerda.

De que el proceso es arduo y duro da fe Isidoro: «Os últimos meses foron os peores. Psíquicamente, desequilibroume de tal xeito que tiven que tomar tranquilizantes», recuerda. Finalmente, llegó el día de la entrega, un momento que no acierta a describir con palabras: «¡Foi dunha carga emocional tan grande...!». Josué tenía entonces ocho años y lo aceptó como su padre. «Adoptar un neno desa idade é complexo, pero tamén ten a vantaxe de que os dous demos o visto bo á situación. Isto une máis», reflexiona.

Ahora, el presidente de María Castaña, asegura que son ya un padre y un hijo más, unidos por unas emociones, unas vivencias y el afecto. «Houbo un proceso de adaptación no que, primeiro, establecemos uns vínculos afectivos que axudan na convivencia, na escola... En definitiva, no día a día», dice orgulloso.

COLOMBIA

Jose Penelas celebra todos los días del año que es padre. Con mayúsculas. Lucía, que acaba de cumplir nueve años, y David, de tres, son sus dos tesoros, a los que dedica todo su tiempo libre. La niña es su hija biológica, mientras que el pequeño llegó hace dos años de Colombia, después de cuatro de larga espera. En esta familia el cariño se reparte por igual, y Jose recuerda que él siempre quiso ser padre, «daba igual la manera en la que llegaran».

Lucía vino al mundo de forma prematura, lo que le acarreó problemas médicos que derivaron en una pequeña parálisis cerebral. Anteriormente, Jose y su mujer, María José García, habían tenido otro niño, también prematuro, que falleció. El miedo a que la historia se repitiera una vez más los llevó a optar por la adopción, ya que «siempre habíamos deseado tener familia numerosa», aclara. Primero decidieron probar suerte en España, pero viendo que el proceso se ralentizaba tomaron el camino de la adopción internacional. Colombia les garantizaba unos informes médicos claros del pequeño, un punto importante dada la minusvalía de Lucía.

El primer disgusto se lo daría una carta en la que les denegaban la adopción, alegando que la niña requería una gran atención y no iban a ser capaces de criar a otro hijo. «Fue un mazazo», recuerda Jose. Pero las ganas de ser padres les dieron las fuerzas que precisaban para no cesar en su empeño. Los avances de Lucía eran espectaculares y reunieron la documentación necesaria para que su solicitud fuera readmitida. Hoy lo cuentan con una sonrisa en la boca, mientras Lucía abraza a su hermano una y otra vez. La niña, que viajó a Colombia con sus padres para recogerlo, fue la encargada de elegir el nombre del pequeño.

Para Jose, la adopción es igual que un parto, «con la única diferencia de que no sabes cuándo va a nacer». En su caso, no han cerrado las puertas a seguir aumentando la familia y están a la espera de adoptar a otro niño. Este es su deseo en el Día del Padre.

ADOPCIÓN NACIONAL

Antón Moreda ha visto crecer a sus hijos gemelos desde que tenían tres años. En la actualidad, han cumplido los 14. Él no ha tenido que poner pañales, pero sí superar otras dificultades, dado el bagaje de experiencias negativas que traían los pequeños. «A adopción nacional soe ser máis dura, porque estes nenos veñen de vivir unha gran desafectación emocional», explica. Sin embargo, Antón quiere recalcar que solo son niños que necesitan más ayuda para superar unas circunstancias vitales complicadas que, muchas veces, les acarrean dificultades de aprendizaje. «Os pais adoptivos temos que ter en conta isto e ter unha certa man esquerda con eles», aclara.

La llegada de los gemelos fue el fruto de una decisión muy madurada, pero que aún se demoraría cuatro años más en trámites. «Recordo o día da chegada dos nenos como un momento de moita emoción. No fondo é unha especie de nacemento, no que ti estás á espera de ver aos teus fillos», dice Antón.

Conforme los niños iban creciendo, sus padres también les han ido hablando de sus orígenes y de por qué están en el que ya es su hogar definitivo. Hoy los cuatro forman una feliz familia que, como cada año, celebrarán el 19 de marzo como un día especial.

CHINA

Chu-Yi está a punto de cumplir 14 años y ha pasado prácticamente toda su vida en Lugo. La niña llegó a su actual hogar un 25 de julio de hace 11 años y, desde entonces, su padre, Enrique Juan, no ha dejado de celebrarlo cada vez que llega esa fecha. En aquel momento, las adopciones eran más ágiles y, en su caso, tan solo tuvieron que esperar el tiempo de un embarazo: nueve meses. Previamente, habían iniciado los trámites para una adopción nacional, pero viendo que los años pasaban y no había resultados decidieron probar suerte en China. «Fue precisamente una clienta de la tienda que regenta mi mujer la que nos animó, porque ella acababa de adoptar una niña china», recuerda.

Enrique no ha podido olvidar la ilusión con la que acudieron a recoger a su pequeña -de la que conocían su carita desde dos meses antes, gracias a una fotografía-, la emoción de ese primer contacto físico: «La agarrábamos, la tocábamos... Fue una emoción inexplicable», dice.

Tras la llegada a casa todo marchó bien: «Chu-Yi encontró pronto su espacio gracias a la ayuda de unos padres que la esperaban con gran ilusión», aclara.

UN CORAZÓN COMPARTIDO

Juan Antonio Martínez tiene dos hijas biológicas y una adoptada, y asegura que no hay ninguna diferencia. «Unos hijos se germinan en el vientre de la madre y otros vienen del corazón». Este es el caso de Yin, que llegó a Viveiro hace siete años, con poco más de un año. Juan Antonio y su mujer, Mar, siempre habían querido tener más de dos hijos y tras un segundo embarazo con algún que otro problema, se plantearon adoptar a su tercer hijo. «Unas navidades vi un reportaje en la tele sobre los horfanatos en China, se lo comenté a mi mujer e iniciamos los trámites», recuerda. Año y medio después recogían a la pequeña.

Los primeros meses no fueron un camino de rosas, porque a Yin le costó adaptarse. Al principio lloraba mucho y rechazaba a su padre. «Hay que tener en cuenta que para ellos es una situación dramática, porque han sufrido un abandono», afirma Juan Antonio. Pero a base de caricias y abrazos, la niña fue encontrando su lugar.

Yin está feliz en su hogar, pero también sabe cuál es su origen y por eso quiere visitar, algún día, el país que la vio nacer.

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