Mordazas

NO ES de ahora, es de siempre. Los dirigentes federativos del fútbol van a su bola; nadie se lo impide. Sus métodos sancionadores y de control del cotarro suelen vulnerar, incluso, principios constitucionales como el de la libertad de expresión, a la vez que son cómplices de excesos que sí son dañinos, como la violencia en los estadios. Está muy bien que los árbitros empuren a jugadores que infrinjan y no respeten las normas del juego o insulten, pero está muy mal que no permitan, a su antojo, críticas razonadas a su labor, y más si son vertidas fuera del campo. A Quique Setién le sancionó el comité de competición de la RFEF con dos partidos de suspensión tras quejarse, ya en el túnel de vestuarios, al cuarto árbitro por la actuación de los colegiados en El Molinón al anular un gol a Iriome en el último minuto. ¿Y por qué no puede quejarse si, como parece, fue una decisión parcial y presumiblemente intencionada para perjudicar al CD Lugo? En vez de castigar al mensajero, mejor sería investigar por si se actuó de mala fe para servir otros intereses. Claro, amordazar es lo más fácil.

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