Mónica Naranjo: ''Los grandes artistas que ha habido han sido gays''

Mónica Naranjo es un personaje. La mujer que canta con una voz desgarradora esconde una madre entregada a su hijo, ya adolescente, y un ama de casa que pasa muchas horas cultivando sus propias lechugas y tomates en el huerto. No es lo que aparenta, y no lo es porque tiene muy claro que Mónica Naranjo es la que está sobre el escenario. La otra es la Mónica auténtica, la de verdad.

Con la potencia de voz que tiene, ¿por qué no hizo sus pinitos en el mundo de la ópera?
Bueno, yo empecé con el canto clásico, pero la disciplina no es muy compatible con la adolescencia y además, en aquel momento, me fascinaban más otros ritmos que María Callas, pero en la madurez las cosas cambian.

¿Y llegó ese momento?
Este espectáculo que presento ahora, 'Adagio', es algo que tenía pendiente desde hace años, pero no me encontraba con la capacidad necesaria para hacerlo porque requería una disciplina para poder soportar el ritmo que exige. Necesitas un rodaje.

Alguien dice de usted en su web que tiene una "fuerza salvaje indomable". ¿Se siente así, fuerte e indomable?
[Se ríe]. Soy una persona con las convicciones muy arraigadas, para bien y para mal. Cuando tengo una convicción absoluta y ciega lo sufre mi marido. En un trabajo como este lo que más abunda es la soledad. La soledad te enseña a confiar más en ti, porque la última decisión es tuya.

Alcanzó la fama y, sin embargo, ésta le agobia. ¿Cómo sobrelleva esta contradicción?
No me agobia, intento no llevarme el personaje a casa, que es distinto. En casa soy Mónica: la mamá, el ama de casa. No aspiro a más.

O sea, es muy diferente a la Mónica que vemos en el escenario.
Completamente, como debe ser. La gente no se lo cree, pero el papel de madre es cojonudo, el mejor de mi vida.

¿Y es una madraza?
Sí, me lo creo. Tengo la convicción absoluta. Vivir con un adolescente  que te cuenta la intimidad más íntima que se pueda tener con 17 años demuestra que lo estamos haciendo muy bien como padres.

¿Su hijo la aconseja sobre su carrera?
No, en casa no hablamos de trabajo. Mi trabajo no tiene más mérito que el de quien se dedica a hacer pan. Todos pagamos cada mes una hipoteca, así que yo también trabajo para ganarme la vida.

¿Instintiva o intuitiva?
Las dos cosas.

¿Se siente una mujer poderosa?
No, soy una mujer llena de debilidades.

¿A usted se la odia o se la adora?
No me siento odiada, al contrario, me siento muy respetada. Odiar es un verbo muy pesado, venenoso. Me siento querida por donde voy. Lo de adorada es una sensación más íntima que puede tener la gente hacia mí y no lo sé. Lo que sí siento es un respeto exquisito.

Muchos la consideran una diva, ¿lo es?
El personaje, sí; la persona, no. La Mónica Naranjo personaje es fuerte, luchadora, soberbia, egocéntrica... Como mujer, no me identifico con Mónica Naranjo.

¿Y es necesario crear un personaje?
Yo tengo terror escénico. ¿Por qué un personaje? Porque es la mejor manera de seguir después con tu vida, con tu día a día. Me es más fácil interpretar a un personaje en el escenario que ser yo la que se suba ahí, con un vaquero y una camisa. Creo que gano en salud y en libertad.

¿Se enfada con su personaje?
Cuando no me salen las cosas, sí. Son muchas horas de ensayo.

Rubia, morena o bicolor, ¿cómo se siente más cómoda?
Soy indiferente a los cambios de imagen. Ando todo el día con el pelo recogido en casa, por comodidad y porque tengo dos gatos y seis perros.

¿Le gustan los animales?
Me hace la vida más cómoda el contacto con ellos. Me paso el día cuidándolos, dándoles de comer... y me hacen más fácil el día a día. Con ellos no tengo necesidad de cambiar ni de color de pelo ni de peinado. Recojo el pelo de cualquier manera, me levanto, me cepillo y listo, ¡tampoco creas que me miro mucho en el espejo!

Llevaba siete años sin cantar. ¿A qué se debió este parón?
Estaba cansada. Fue todo tan vertiginoso y adrenalínico que llega un momento en que te quedas sin ilusión, y entonces lo mejor es quedarse en casa. Es un trabajo que se tiene que hacer con los cinco sentidos, no se debe vivir con el egocentrismo. Fueron los siete años más maravillosos de mi vida. Aprendí a vivir porque no sabía y fue lo mejor que he hecho nunca.

¿Cómo fueron esos años lejos de los escenarios?
La prioridad siempre ha sido mi hijo, pero, además, hice todas esas cosas que me hubiera gustado hacer cuando estaba trabajando y no podía. Por ejemplo, estudiar cocina. También me hacía ilusión tener un huerto y lo planté. No eché de menos los escenarios.

¿Se acuerda de aquel primer magnetófono en el que usted misma grababa sus canciones?
Todavía lo conservo. Lo tengo en el estudio. El otro día lo vio mi hijo y me dijo: "¿Qué es esto?". Y le contesté: "Esto tiene una historia que ya te contaré", y lo hice. Se quedó maravillado y ahora lo guarda él.

¿De quién eran las canciones que interpretaba?
Me las inventaba. ¡Es que era tremenda! Yo recuerdo que, en los recreos, cuando las niñas jugaban con las Barbie, yo grababa y borraba con mi radiocasete. Hacía de todo. Me gustaba mucho Donna Summer.

¿Hasta qué punto tuvo que aguantar que algún crítico musical la tachara de hortera?
[Risas]. ¡Un poco friki sí que era! A tiempo pasado te das cuenta, pero era el encanto del personaje. Era inocente y no sabía lo que se me venía encima.

¿Y se le vino mucho encima?
Es que las cosas suceden tan rápidas... Nací en un pueblo que hace frontera con Francia, a los 17 años me fui de casa y a los 19 estaba en México, sola. A los seis meses había vendido millones de copias de mi disco. ¿Cómo se come eso? Es muy difícil asimilar un cambio tan radical. Consigues el éxito y no quieres parar porque es lo que has deseado toda tu vida.

Pero resultará estresante.
Al final, con los años, te vas apagando porque vas descubriendo muchas cosas, hasta el punto de que dices: "Vale, tengo 25 años y lo conseguí pero, desde esta altura, lo tengo todo y no tengo nada". Cuando llegas a casa, ves que no tienes nada. Y no quieres parar porque no quieres ver la realidad. Jamás fui de víctima, porque todo lo que me pasó lo busqué yo solita, pero aprendí y la respuesta fue salir volando de aquella situación porque me estaba muriendo.

Llegó a componer para Ricky Martin. ¿Su talento está más reconocido fuera de España que en este país?
La antigua Sony fichaba a veinte artistas al año. A algunos los apoyaban, a otros los fichaban por curiosidad, por "¡oh, qué chica más mona!". En España no encontraba forma de dar salida a mi trabajo porque no entendían muy bien a la artista. En México sí se pudo hacer.

 

Tiene fama de ser capaz de dormir veinticuatro horas seguidas. ¿De veras es tan dormilona?
Veinticuatro no; doce, sí. Los que trabajamos por la noche y somos noctámbulos andamos todo el día arrastrados, pero yo tengo que madrugar porque tengo un hijo y las cosas se complican. Duermo lo que hay que dormir. Ahora que... ¿si me gusta la cama? A todo el mundo le gusta.

¿Es cierto que de no ser cantante hubiese sido ginecóloga?
Tocóloga, en todo caso. No hay mayor fascinación que poder ayudar a dar vida.

Su comida favorita es la japonesa. ¿Cuántas veces recurre al sushi?
Me encanta comer. Es una de esas cosas que no perdono. Es que yo canto y necesito estar fuerte para poder aguantar dos horas en el escenario y en esas tesituras.

No tuvo problemas con los kilos.
Nunca tuve tendencia a engordar, sino a adelgazar. La ansiedad me quita el apetito. Lo mejor para perder peso son los problemas emocionales.

¿Qué es lo que mejor se le da en la cocina?
Los dulces. No compro bollería industrial.

Antes de un concierto se toma una infusión de poleo. ¿Es muy dada a todo tipo de infusiones?
Estoy todo el día con la taza en la mano. Me fascina el tomillo, por su sabor y porque es un gran antiséptico. Y el té negro.

Dijo una vez que si no hubiera gays, el arte no existiría. ¿Está segura?
Los más grandes artistas que hubo a lo largo de la historia son gays.

Se le achaca una frase bastante fuerte: "Cuando me levanto, lo primero que hago es mirarme al espejo y decir: ¡Qué buena estoy, me violaría!".
Bueno, yo bromeo con cualquier cosa, voy de lo más negro a lo más verde. Me río mucho de mí misma. Bromeo muchísimo y en eso me ayuda mi marido, que incluso cuando estoy cansada me dice: "¡Qué guapa estás!". Y yo pienso: "¡Qué bonito es el amor!".

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