Miquel Navarro: ''Las ciudades son el abrigo del ser humano; las mías, una metáfora de sus obsesiones''

CANSADO POR EL VIAJE desde Mislata —lugar donde se crió y donde aún reside—, con sombrero de ala ancha y mucho frío, Miquel Navarro (Mislata, Valencia, 1945) irrumpía ayer en el salón de actos de Caixa Galicia, donde habló de su obra en una ponencia titulada 'Volumen'. Tras una imponente y extensa trayectoria se encuentra un hombre — «¡un anciano!», bromea— tremendamente lúcido, caballero y con un gran sentido poético y del humor.

Hay un cuento de Cortázar ('Viajes') en el que escribe: «La hermosa ciudad, la hermosísima ciudad». ¿Podría bautizarse así su carrera?
Mis ciudades no tienen por qué estar exentas de belleza. Son metáforas de las obsesiones que se plantea el hombre desde su propia existencia y los análisis de lo que realmente desconoce, y que sirve para manifestar emociones. La ciudad tiene un poco de pretexto para reunir elementos, como un juego. Es una contraposición de volúmenes, donde se está alternando lo alto, lo jerárquico, y lo horizontal, lo sumiso, aunque no siempre tiene por qué ser así, ya que el poder es muy difuso.

¿De dónde le viene su fascinación por la urbe?
Desde la infancia, cogiendo barro de las acequias de los alrededores de mi casa. De la impresión que me producía vivir en un pequeño pueblo y la impresión de la gran ciudad. Y de esa mezcla entre lo rural y lo urbano.

¿Son las ciudades un reflejo de quien las habita?
Yo lo que digo es que son el abrigo del ser humano. Las ciudades son lo que han sido, lo que son y lo que pretenden ser. Lugo y Valencia tienen un origen romano, reflejan un paso de culturas que conforman un carácter.

¿Conocía Lugo?
No, pero acabo de ver la catedral, que es preciosa, y me ha impresionado la muralla. Aunque la muralla de Lugo la tengo en mi lugar de trabajo. Veo muchas cosas y he viajado mucho.

Y ha vivido en Nueva York, Chicago o París, pero nunca se ha establecido en una gran metrópoli.
Eso han sido temporadas. Me gusta mucho el sitio donde vivo. Es un pueblo que ha sido absorbido por la gran ciudad, pero vivo en un contexto de pueblo... Tengo cipreses.... Y una casa de pueblo.

¿Ha encontrado una ciudad ideal?
La ciudad ideal no existe. Lo propio no lo conoces lo suficiente, y cuanto más sepas de él más te identificarás con ese lugar. Yo me encuentro muy bien aquí, en Galicia. Aunque es atlántica, también es mediterránea... Un lugar donde ha llegado la vid y el olivo es mediterráneo.

  ¿Qué opina del urbanismo salvaje que se ha acometido en la costa mediterránea?
Se ha hecho en todas partes, como en Valencia. Pero Valencia tiene el tamaño justo y aún es humana, como Lugo. Las ciudades también son lo que son para cada uno y en cada momento, si eres joven, si estás enamorado (risas)....

Sus trabajos parecen beber de diversas fuentes y civilizaciones. Podemos encontrar pirámides, elementos totémicos, ciudades que semejan la 'Metrópolis' de Fritz Lang. ¿Es premeditado?
Los referentes de mi obra, además de los de mi infancia, son de tipo cultural. Me impresionaron mucho las vanguardias y el cine de ficción me ha influenciado mucho. Hay mucho de simbiótico en mi obra.

Una simbiosis que conjuga el erotismo, con la desnudez del cuerpo humano y elementos fálicos, con otros motivos como insectos.
Hay un paralelismo entre el cuerpo de la ciudad y el cuerpo humano. Tienen corrientes, tiene arterias; los elementos totémicos son un referente, igual que los horizontales. También hay elementos femeninos, sensuales.

¿No le apetece diseñar un edificio real, como manifestó en alguna ocasión?
(Risas) Eso lo dije, pero hago una diferencia entre la escultura, que no es funcional, y la arquitectura, que sí tiene una finalidad funcional. No basta con tener una idea, tienes que ayudarte de un equipo para llevarla a cabo.

Usted empezó pintando. ¿Por qué cambio a la escultura?
Me llamó más la arquitectura por la necesidad de lo tangible, de lo concreto.

¿Y por esa necesidad de lo concreto son tan geométricas, por ejemplo, sus obras de gran formato?
No siempre utilizo formas geométricas. Hay dibujos míos que son totalmente orgánicos. Pero lo geométrico como elemento constructivo es el más objetivo. Yo puedo trasladar a un tamaño grande una obra sin que desvirtúe.

Es decir, tener todo el control sobre el proceso creativo.
Claro, la geometría es matemática pura. No hay intervención ajena. Por eso mis esculturas se acercan a la arquitectura.


DE CERCA
''De niño tenía cromos de construcciones y me impresionó mucho el puente de Brooklyn''

Navarro insiste en la necesidad de viajar, de conocer mundo, quizás para comparar. Aunque, como en su caso, siempre tenga un sitio tranquilo, alejado del ajetreo de la gran ciudad, al que volver. Además de los numerosos galardones ya disfruta de una calle con su nombre en Valencia y al preguntarle se ríe: «¿Ya me quiere poner una lápida?».

¿Después de todos sus viajes, hay algún edificio o construcción que le impresione sobre otros?
Recuerdo que de pequeño coleccionaba cromos de grandes construcciones que venían con el chocolate Nestlé (risas). Me impresionó mucho el puente de Brooklyn y después lo he recorrido andando muchas veces.

Además de la pintura y la escultura, ha probado en los últimos tiempos con la fotografía.
Sí, pero ahora mismo estoy haciendo de todo. Estoy haciendo una ciudad de terracota llamada 'Neolítico industrial', porque de hecho la industria empezó en el Neolítico. Y en cuanto a la fotografía me interesa el cuerpo humano. Tengo dos modelos, como Adán y Eva (risas). Yo hago fotografías de escultor. Ellos son dos esculturas en un sentido muy clásico. Y después los incluyo en montajes, rodeados de una ciudad o en otro tipo de composición. Además, también trabajo en una gran escultura para una plaza.

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