Memoria del dolor y la política

Entramos en una semana importante en la política española, aunque curiosamente sean los días que nos van a introducir en agosto. Con la comparecencia de Mariano Rajoy en el Congreso arranca con el casi monotema del caso Bárcenas el que fue tradicional mes de vacaciones. Permanece en la memoria de todos el trágico accidente de Santiago, donde esta tarde se celebra un funeral por las víctimas del tren en Angrois. El funeral en la catedral compostelana, con asistencia de las máximas autoridades -serán los Príncipes, el presidente del Gobierno, el de la Xunta y varios ministros en este caso- entra en los usos de cualquier país democrático. Un funeral así entra en los usos de un Estado laico. Un Estado laico como el que pidió ayer en Río de Janeiro el Papa Francisco como herramienta contra la intolerancia religiosa. Un Estado donde quepan todos. Son algo más que gestos los que aporta este jesuita, que llegó a Papa. A partir del funeral de hoy y del debate en el Congreso sobre las acusaciones de Luis Bárcenas, es muy probable que se abra la vía político-partidaria sobre el accidente de Santiago. Así lo diagnosticaba ayer Anxo Lugilde: Galicia hoy por hoy no es un país de consensos. La tragedia de Angrois nos permitió ver el lado bueno de todos los políticos que allí acudieron. De todos. No hubo utilización ni hubo palabras que no se correspondiesen al momento. Alberto Núñez Feijóo ha sido ejemplar en su presencia pública y en sus declaraciones, también cuando dejó mostrar el lado humano ante el drama. La sociedad se reconoce en estos políticos que supieron dar muestra de unidad y de respuesta al dolor colectivo. Si algún debate hay que abrir en el escenario estrictamente político de este suceso, sería deseable que apuntase al interés ciudadano únicamente y no a las rentabilidades partidarias.

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