''Me gusta el tren y quiero pillar el Transiberiano''

Anxo Díaz Varela. (Foto: XESÚS PONTE)
photo_camera Anxo Díaz Varela. (Foto: XESÚS PONTE)

«no fui el típico emigrante que cogió la maleta por obligación, marché para vivir nuevas experiencias». Así expresa el rabadense Anxo Díaz Varela, ‘Regabaixo', el sentimiento que lo movió a recorrer media Europa y a navegar por varios océanos, dejando atrás «el buen chollo» que le esperaba por sus estudios de Economía en Barcelona, al ser «de la generación de la que salieron los ‘yuppies'», recuerda. La afición por viajar le surgió de joven, recurriendo España con el club de atletismo San Fernando, de Lugo, y creció en sus huidas estivales por Europa en la etapa universitaria. En esa época, en una visita a la Costa Brava, vio claro que su futuro no pasaba por la economía. «Estando en la playa, se me despertó la ilusión por enrolarme en un barco y navegar», dice.

Como en España y en los países del entorno, para formar parte de una tripulación se exigía una experiencia que no tenía, decidió marchar la Holanda, donde había más facilidades. Tenía 27 años, pero pasaron casi dos antes de que cumpliera ese sueño ya que, de camino, paró en Francia, Suiza, Alemania y Austria. «Iba a a pasar unos días con amigos que había hecho en Barcelona, pero los días se hicieron meses», recuerda Anxo, quien, para pagar esas estancias, trabajó en fábricas y también como jornalero en el campo. Después de ese periplo, en 1978 se enroló en un barco en Rotterdam, del que no bajaría hasta mediados de los 80. Admite que el trabajo era «muy duro» -se dedicaba al montaje de plataformas petrolíferas-, pero navegar por sitios lejanos compensaba el esfuerzo. «Llegué hasta el Pacífico, a la costa de California», recuerda, y dice que era fácil entenderse con la tripulación ya que, sonríe, «el 90% era gallega».

Tras volver a España por la crisis en el sector y trabajar en varias regiones, regresó a Rábade a mediados de los 90, cuando enfermó su hermano, ya fallecido. «Fue como un padre para mí, no dudé en volver para cuidarlo y atender la granja familiar», recalca. Ahora, a los 62 años, no pierde la esperanza de retomar sus viajes y tiene claro sus destinos preferidos: «Siempre me gustó el tren y me haría ilusión pillar el Transiberiano desde Vladivostok, en el Pacífico, y otro sueño sería recorrer el Amazonas».

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